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Por Fernando Pinzás
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‘Lo que van a ver a continuación no lo han visto ni los incas ni los conquistadores españoles’, nos explica la guía minutos antes de llegar al templo de Chavín de Huántar , una de las primeras manifestaciones religiosas y culturales del mundo andino.
Efectivamente, recién a mediados del siglo XIX es que este complejo pudo ser explorado e investigado en su real dimensión, es decir, como el templo principal de Chavín, la primera gran civilización andina.
Son dos horas desde Huaraz hacia el Callejón de Conchucos, en un camino que nos muestra las huellas del calentamiento global: cerros áridos donde alguna vez hubo nevados. A medio camino, se encuentra la laguna de Querococha, donde se puede hacer una primera parada.
Pasamos por la Cordillera Blanca, el túnel de Cahuish (a 4.500 m.s.n.m.) y llegamos. El complejo arqueológico se ubica en la confluencia de los ríos Mosna con Wacheska.
Aunque muchos asocian el nombre Chavín de Huántar con el operativo militar contra los terroristas del MRTA que esta semana cumplió 22 años, paradójicamente, los Chavín nunca tuvieron ejércitos para ejercer un control social. Ellos tenían un arma más poderosa: su religión y su particular iconografía.
Un milenio antes de Cristo, los sacerdotes de Chavín habían desarrollado un complejo de galerías subterráneas que conducían al imponente Lanzón, su máxima deidad. Peregrinos del antiguo Perú llegaban al lugar y, antes de ingresar, consumían polvo de la planta San Pedro, poderoso alucinógeno.
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El templo que habla
Los Chavín también desarrollaron una red de acueductos, que amplificaba la resonancia del agua en un espacio que, por momentos, estaba sumido en la oscuridad total. Así, los peregrinos, bajo los efectos de las drogas sicodélicas, el ruido de las aguas y los efectos de la luz que ingresaba por pequeños conductos, se encontraban ante un dios amenazante.
Miles de años después, no se necesita de drogas sicodélicas para quedarse sorprendido por la imagen de este dios que parece enojado, con una mano pegada al cuerpo y otra apuntando al cielo.
Las investigaciones sobre Chavín son fascinantes. Para saber un poco más, se puede revisar la bibliografía dejada por autores como Luis Lumbreras, John Rowe o su actual investigador John Rick.
Hay aún mucho por explorar en Chavín de Huántar. ¿En qué momento se perdió esta civilización? Hay muchas teorías, pero en algún momento alrededor del año 200 antes de Cristo, acaso por un cataclismo, el templo fue abandonado y surgieron nuevas culturas. Los Chavín descubrieron entonces que los dioses no siempre estaban de su lado.
Un pedido especial
La estela dada a conocer en 1840 por el sabio italiano Antonio Raimondi es otra imagen icónica. Se cuenta que un poblador de Chavín la encontró tras remover la tierra del lugar y la usó como mesa hasta que el investigador la encontró y la puso en valor. Sin embargo, a diferencia de piezas como el Lanzón y del Obelisco Tello, la estela de Raimondi se encuentra en Lima, en el Museo de Arqueología, Antropología e Historia, y podría ser trasladadada al nuevo museo de Pachacámac. Esto ha hecho que la gente de Huaraz pida insistentemente, y con razón, que este importante piaza pueda volver a Chavín antes del Bicentenario.
El museo de sitio
A 10 minutos del complejo arqueológico se encuentra el Museo Nacional de Chavín, que acoge cientos de cerámicas, esculturas en piedra, las famosas cabezas clavas y piezas como el obelisco Tello. Abre de martes a domingo de 9 a.m. a 5 p.m. Ingreso: S/7 para adultos y S/2 para escolares. Parte de la colección se pudo ver en Lima en la extraordinaria muestra dedicada a Chavín en el MALI el 2015.
¿Cómo llegar?
Lo ideal es hacerlo a través de un tour. La empresa Kaori Adventures, ubicada en Huaraz, hace recorridos por el precio de S/50 (no incluye almuerzo). El recojo es a las 9 a.m. y el regreso entre 6:30 p.m y 7 p.m. Se recomienda llevar agua, bloqueador e impermeable. El ingreso al complejo cuesta S/15.
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