‘La mujer que yo quiero no necesita bañarse cada noche en agua bendita, pero ella es más verdad que el pan y la tierra… La mujer que yo quiero no necesita deshojar cada noche una margarita’. Joan Manuel Serrat.
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En estos días me pidieron escribir mi opinión como psicóloga y terapeuta sobre varios artistas, basándome en las entrevistas que se le han realizado en diferentes medios de comunicación.
Soy una persona bastante sincera, directa y clara, y eso siempre provoca ronchas. Vivimos en una sociedad donde ser ser así, además de decir lo que piensas, sin esperar aprobación, te convierte en un malcriado, cuando lo que realmente eres es un ser sano emocionalmente.
Lo paradójico del tema es que lo que más molestó de todo lo que dije —y dije mucho— fueron mis críticas la vida sexual de los artistas ¿Por qué? Existe un tabú que nos persigue y sigue dominando la mente de muchos enanos psicológicos. Estos tabúes originan una serie de creencias negativas, machistas y, lo peor, disfuncionales, como estas, por ejemplo:
Una mujer buena, es según ese paradigma, casta, pura y, por ende, frígida o anorgásmica, como se dice modernamente. Una mujer que tiene varios hombres en su vida es un avión, porque aterriza en cualquier parte, la ven casi como una prostituta, no tiene derecho a ser apasionada, a gustarle el sexo. Eso es solo para hombres. Por ende, ser mujer es ser sexualmente disfuncional, según nuestra sociedad. No nos dan libertad para expresar nuestra sexualidad plenamente. Eso está permitido, pero solamente si está casada, y no mucho. Una mujer casada que sabe mucho de sexo es mal vista hasta por el marido.
¡Una doble moral nos arropa, nos enferma, nos torna disfuncionales e infelices, y no le hemos hecho frente! Las nuevas generaciones se han ido al otro extremo, la hipersexualidad. El sexo es un deporte y acostarse con otro es beberse un vaso de agua. Ambas cosas son tan peligrosas, emocionalmente hablando, como los tabúes de nuestros padres y abuelos. Nunca tuve un paciente que intentara suicidarse después de beber un vaso de agua, pero sí tuve muchos que lo intentaron por sentirse usados sexualmente.
Les juro que fui más fuerte con los galanes, que en su mayoría son mujeriegos y tienen hijos regados por toda la faz de la tierra, pero eso no está mal visto. Eso es ser macho. A pesar de ser fuerte con los hombres, ninguno se quejó por lo que dije de su sexualidad. Claro, eso no habla de su ‘dignidad’, indigno fuera decirle homosexuales. ¡Oh Dios!, cuánta homofobia, cuánto miedo a ser homosexual, cuánto miedo a no ser ‘hombre’, según nos dice la sociedad. En resumen, cuánta ignorancia. Debemos estudiar más sobre lo que es ser hombre o mujer, lo que es dignidad, salud mental, funcionalidad. Es tiempo de parar tanta hipocresía, mentira, ignorancia y estupidez.
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www.nancyalvarez.com
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