POR VERÓNICA KLINGENBERGER – Periodista – @vklingenberger
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‘Una chica de 18 años dice que fue violada mientras era amenazada con un cuchillo. Después dice que lo inventó. Ahí es donde empieza nuestra historia’. Así empieza también el artículo con el que hace cuatro años ganaron un Pulitzer los periodistas T. Christian Miller y Ken Armstrong por una investigación que titularon ‘Una increíble historia de violación’. La protagonista del relato era Marie Adler, entonces una chica de 18 años que había pasado toda su vida rebotando entre hogares de refugio para huérfanos y niños abandonados. Como era de esperarse, su madurez mental y emocional la convirtieron en un blanco fácil, no solo para el violador en serie que la agredió (un ex veterano de guerra que luego agredió a cinco mujeres más en suburbios aledaños a Seattle y Denver), sino más bien de todo el sistema social y policial que no le creyó.
La historia ha vuelto en formato de miniserie, se llama Unbelievable (término que deberíamos traducir como inconcebible) y es el nuevo hitazo de Netflix. Empieza con Adler en estado de shock, sentada en la sala de su departamento. Es 2008 y cuando llegan los oficiales de la policía, su madre los anuncia diciendo algo como ‘ya están aquí para ayudarte’. Pero la supuesta ayuda no tarda en convertirse en un nuevo tipo de tortura: Adler es obligada a recordar y narrar con detalle su propia violación, una y otra vez, ante distintos detectives. Todo es parte de un proceso burocrático y frío, casi tan violento y mecánico como el mismo acto que denuncia. Como es de esperarse, la víctima, agotada física y emocionalmente, empieza a confundir los detalles de su ataque y termina por confesar -como un desesperado acto de liberación- haberlo inventado todo. Son los mismos detectives quienes la obligan a declararse culpable. Y luego incluso la demandan por mentir.
En ese entonces, Lynwood, la ciudad del condado de Los Ángeles donde viven Adler y otros 34 mil habitantes, cuenta con 79 oficiales, en su mayoría hombres y ex militares. El Departamento de Policía no cuenta con una unidad separada para la investigación de delitos sexuales. Pero en ese árido terreno crece también -solo así podríamos disfrutarlo- la crónica de un tipo de justicia que tarda pero llega gracias a la inteligencia, intuición y compromiso de dos mujeres maravillosas y muy trabajadoras que resuelven el caso tres años después: las detectives Karen Duvall (Merritt Wever) y Grace Rasmussen (Toni Collette), en la vida real Stacy Galbraith y Edna Hendershot.
El alegato feminista funciona porque expone una verdad incuestionable: que a diferencia de otros crímenes, la credibilidad de las víctimas en los casos de violación siempre está bajo sospecha. Por eso el porcentaje de denuncias es tan bajo, la mayoría sabe que no será tomada en serio. Pero en la era del #MeToo vale subrayar los dos pilares sobre los que se sostiene la metodología de nuestras heroínas: escuchar y verificar. En el artículo del que parte toda esta historia, Galbraith declara: ‘Muchas veces la gente dice: ‘Debes creerle a tu víctima, debes creerle a tu víctima’, pero no creo que ese sea el punto de vista correcto. Creo que el punto es escuchar a tu víctima. Y luego corroborar o refutar en base a cómo se dan las cosas’. Y es precisamente en el esfuerzo y dedicación que requiere una investigación como esta donde radica la grandeza de esta historia.
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