Quito. De sus conversaciones con Julian Assange declina hablar por derecho a la privacidad; la última vez que lo visitó fue en enero o febrero y, ya entonces, el fundador de WikiLeaks le mostró su “temor” de que Ecuador le cancelara el asilo que le había concedido en 2012 y que eso se transforme en su extradición a Estados Unidos.
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“No me acuerdo de la fecha exacta. Debió ser finales de enero o principios de febrero de este año. Tenía miedo. Tenía miedo de que Ecuador le revocara el asilo”, resume el informático sueco** Ola Bini **su último encuentro con **Assange **en la Embajada ecuatoriana en Londres.
Para entonces, las relaciones entre el activista y el Gobierno ecuatoriano habían colapsado, Ecuador había despachado a Londres a un nuevo embajador para resolver el problema y tres meses después le canceló el asilo.
Assange fue arrestado por las autoridades británicas y es ahora requerido por la Justicia estadounidense por difusión de secretos.
“Ambos somos programadores”, explica Bini al justificar su afinidad y amistad, que lo llevó a visitarlo en numerosas ocasiones en la legación ecuatoriana en Londres entre 2013 y 2019.
Cada vez que viajaba a Europa, cuenta el informático sueco, trataba de llegar también a Londres para verlo.
«Individuos tienden a hacerse amigos. Y eso es algo que requiere privacidad. Honestamente, no me siento cómodo contando todas las cosas de las que hablamos», responde **Bini **a una pregunta de Efe sobre la naturaleza de sus conversaciones.
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Pero en un plano más personal, cree que la revocación del asilo fue algo “triste”, que le hace “tener miedo”, porque Ecuador dijo que se preocuparía de que no fuera extraditado a un país con pena de muerte o con torturas.
“Ahora vemos que afronta unos cargos muy, muy serios. No sabemos si afrontará pena de muerte, porque por supuesto Estados Unidos primero presentó un cargo (..) con un castigo relativamente leve, y después, cuando Julian salió, revelaron otros 70 bajo la Ley de Espionaje”, se lamenta.
Su amistad con Assange, a quien conocía de antes de 2013, ha sido para Bini, de 37 años, un arma de doble filo.
Horas después de que el australiano saliera de la embajada aquel 11 de abril, él fue arrestado en el aeropuerto de Quito bajo sospecha de integrar una red de espionaje informático.
Se encontraba camino de Japón, dice que para practicar artes marciales, una de sus pasiones, y que en la documentación de sus pertenencias constan los equipos.
Su detención fue justificada por el Gobierno ecuatoriano con base en su relación con Assange, al temor a ataques informáticos tras la cancelación del asilo, a sus habilidades y a los dispositivos a su disposición.
Más adelante, la ministra del Interior, María Paula Romo, que había entregado su caso a la Fiscalía, también habló de viajes coincidentes con el ex ministro de Exteriores Ricardo Patiño, quien dio asilo al australiano y es ahora prófugo de la Justicia.
“No conozco a Patiño, nunca en mi vida me lo he encontrado”, asegura **Bini **sobre esa supuesta coincidencia, y otras como la de haber estado en las mismas fechas en los mismos lugares, según Romo.
En cualquier caso, afirma “no entender” cómo ha llegado a la situación de un arresto preventivo cuando no existen cargos contra él ni le han comunicado de qué es sospechoso.
“Nunca me interrogaron”, subraya sobre la “ilegalidad” de un proceso que ha sido puesto en tela de juicio hasta por el Grupo de Trabajo de la ONU sobre la Detención Arbitraria.
El jueves, **Bini **fue puesto en libertad después de que la Corte Provincial de Pichincha aceptara un recurso de hábeas corpus.
“He estado preso durante 70 días sin que tuvieran ninguna evidencia. Sin que exista un crimen concreto del que sea sospechoso. Y mirando los registros, los jueces de tres audiencias usaron argumentos que eran ilegales”, se queja del proceso que le abrió la Fiscalía.
Y no duda de que ha sido blanco de una “persecución política”, simplemente, por su amistad con Assange.
De sus días en prisión, cuenta que se sintió “aislado” (“no tenía con quien hablar en inglés”), que fue “duro, muy duro, tanto física como mentalmente”, y que se sentía “asustado” por la posibilidad de “no salir de la cárcel en muchos años”, dado que se habían vulnerado sus derechos.
Más allá de tratar de entender por qué estaba allí, el tiempo libre lo dedicaba a escribir poesía y leer, mientras su mente solo pensaba en demostrar su inocencia.
Ecuador llegó Bini hace seis años para trabajar como informático de la mano de una empresa privada, que después dejó para crear una propia dedicada a la seguridad en internet y la protección de la privacidad en las comunicaciones.
Ahora con el único objetivo de demostrar su inocencia, no descarta la posibilidad de demandar a Ecuador en cortes internacionales por violación de derechos.
“Mi objetivo ahora es demostrar mi inocencia, entender qué ha pasado para demostrar que no he hecho nada erróneo. Después de eso, hablaré con mi equipo legal”, declaró.
Y aunque tiene claro que Ecuador es su “hogar” y que quiere quedarse para “invertir” y “ayudar a mejorar la seguridad (informática) en el país”, esa decisión dependerá de lo que el próximo 10 de julio decidan los tribunales, de si le abren juicio, o no, por un supuesto delito contra la integridad de sistemas informáticos del país.
También, de si las mismas autoridades que lo llevaron a prisión le concederán un visado de residencia.
Fuente: EFE