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Prácticas de la “edad media” para enfrentar el apagón masivo en Venezuela | FOTOS

Venezuela vive una pesadilla. Amplios sectores están sin luz, sin agua, sin metro y sin conexión a internet o comunicación telefónica desde la tarde del lunes

0048622868 TOPSHOT - People fill drums with water from a stream at the Wuaraira Repano mountain, also called "El Avila", in Caracas on March 13, 2019. The blackout has left millions without running water. Many people lined up to buy bottled water in Caracas supermarkets, but most are reduced to desperate means -- besieging fountains in public parks and any available water sources around the capital. Marshalled by security forces, crowds formed impatient lines at water trucks in some areas, as they waited to fill containers. But tensions were running high amid the shortages. / AFP / FEDERICO PARRA (FEDERICO PARRA/AFP)

Caminar kilómetros durante horas, fabricar lámparas con aceite, salar la carne o recoger agua de manantiales: los ciudadanos de Venezuela sobreviven al apagón con prácticas “de la edad media”.

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Cuando creían superado el apagón masivo que detuvo al país petrolero del 7 al 14 de marzo, el peor de su historia, “la pesadilla” regresó: amplios sectores están sin luz, sin agua, sin metro y sin conexión a Internet o comunicación telefónica desde la tarde del lunes.

— Conseguir agua —

En Caracas, para lidiar con la falta de agua, muchos acuden a las faldas El Ávila, una cadena montañosa de casi 2.800 metros de altitud máxima que domina la capital con una imponente presencia.

Allí van familias enteras con baldes y bidones, champú, ropa, platos y ollas sucias y jabones a tratar de obtenerla de pequeños desagües y manantiales.

En **Venezuela **en general no hay sistemas de respaldo para mantener funcionando el bombeo de agua. Sin electricidad, no hay suministro.

“Nos han obligado a agarrar agua de estas fuentes que obviamente no son del todo salubres, pero por lo menos para el baño, para lavar los utensilios, lamentablemente esta es la realidad que estamos viviendo”, comentó Manuel Almeida.

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En ocasiones se forman colas y la operación puede llevar varias horas.

Otros aprovechan las roturas de tuberías de la ciudad para aprovisionarse. Pero el procedimiento no termina allí. Una vez en casa, tienen que hervir o purificar el agua.

“Nosotros nos acostamos sin bañarnos”, señaló Pedro José, de 30 años, que vive en una zona popular en el oeste de Caracas.

Algunos comerciantes aumentaron los precios de las botellas de agua o las bolsas de hielo, que llegan a costar entre 3 y 5 dólares, poco menos del salario mínimo en **Venezuela [**18.000 bolívares, 5,45 dólares].

Los que tienen acceso a dólares, invaden los hoteles, que cuentan con plantas eléctricas.

— Conservar la comida —

Conservar alimentos es un verdadero reto, aunque mucho más difícil es encontrarlos, ya que con el corte de luz la mayoría de los comercios están cerrados.

Hay que “compartir los alimentos” entre familiares y amigos, asegura Coral Muñoz, de 61 años, que se siente como una de las “afortunadas” por tener dólares.

“Hay que tener mucha mente fría para llevar esto, tratar de estar acompañados porque en soledad se hace mucho más difícil”, añade.

Para Kelvin Donaire sobrevivir al corte es mucho más complicado. Él vive en la barriada de Petare y camina más de una hora para llegar a su trabajo en una panadería en el acomodado barrio de Los Palos Grandes.

Ir trabajar es vital para él. “Acá al menos llevo un pan a mi casa; si no trabajo, no llevo nada”, explica.

Muchos cubren con sal la carne o el pollo para conservarlos, otros se desesperan al tirar comida en mal estado a la basura, en un país donde los alimentos escasean o resultan impagables por una la hiperinflación.

— Comunicarse —

La nueva falla eléctrica golpeó aún más las comunicaciones, a tal punto que ni siquiera los teléfonos alámbricos funcionan.

Los datos actuales de la red Netblocks son aún más alarmantes que los del apagón de comienzos de marzo: 85% del país está sin comunicación y, según esta ONG de monitoreo, con poca probabilidad de recuperación.

El régimen de **Nicolás Maduro **asegura que se trata de un “ataque terrorista” en la hidroeléctrica de Guri, que genera 80% de la energía que se consume en el país de 30 millones de habitantes.

Para la oposición, la falla se debe a años de ineficacia, falta de inversiones y corrupción en el régimen.

La incomunicación implica que los comercios no tienen cómo cobrar, ya que los cajeros dejaron de funcionar y las transacciones electrónicas quedaron suspendidas.

Debido a la escasez de efectivo que golpea al país desde hace meses, la única forma de pagar es con dólares para los que reciben remesas o en último caso dejar el nombre, número de documento y apelar a la confianza.

“Evidentemente, la gente tiene que seguir comiendo todos los días, le estamos dando la oportunidad de que se lleven la mercancía y paguen por transferencia bancaria cuando venga la luz”, señaló Carlos Folache, dueño de un almacén.

Decenas se agolpan en la plaza La Castellana, en el este de Caracas, donde se encuentra la Torre Digitel, una de las principales compañías de telefonía móvil, para tener señal.

“El internet obviamente no funciona, la señal no llega, entonces esta es una de las zonas donde trato de conseguir señal para buscar algo de información (…) de este episodio caótico que estamos viviendo”, indicó Douglas Pérez.

— Desplazarse —

Caminar kilómetros o hacer colas de varias horas para tomar un autobús o conseguir gasolina: movilizarse puede ser desesperante.

Los pocos buses disponibles están atiborrados, pese a que los precios también aumentaron. Se estima que 90% de la flota está parada por falta de repuestos.

“Las pocas camionetas que hay abusan, el pasaje costaba 100 bolívares, ahora 1.500”, señaló Pedro José, pero hay que “sobrevivir a esta pesadilla, estamos atrapados”.

Y para cuando cae la noche y la capital queda en penumbra, muchas familias utilizan lámparas caseras.

“Nosotros fabricamos lamparitas con gasolina o aceite o querosén, todo lo que sea combustible, volvimos a la época de la edad media”, se lamenta Lizbeth Morin, de 30 años.

Fuente: AFP

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