Tuntou. En la localidad de Tuntou, en el norte de China, trabajan contra reloj para preparar de manera artesanal miles de farolillos rojos que iluminarán las calles y hogares del gigante asiático para atraer la buena suerte durante el Año Nuevo chino.
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Este pequeño pueblo de unos pocos miles de habitantes, situado en la provincia de Hebei, es conocido como “la capital del farol”, ya que la mayoría de sus residentes se dedican a la elaboración a mano de estos elementos decorativos, una tradición que ha pasado de padres a hijos y que se remonta al siglo XVIII.
En un pequeño taller, una decena de artesanos rematan los últimos pedidos de farolillos que se distribuirán por todo el país, que en pocos días se teñirá de rojo, el color que para los chinos representa felicidad, vitalidad, fortuna y valentía, pero sobre todo suerte.
“Las linternas rojas son clave para crear un ambiente de festividad y felicidad durante el Año Nuevo. La gente cuelga una gran variedad de ellas, grandes y pequeñas, durante el Festival de la Primavera (como también se conoce esta celebración)”, cuenta a Efe Ma Junliang.
Ma lleva 20 años al frente de uno de los muchos talleres que alberga Tuntou y donde un total de diez personas trabajan en un ambiente casi familiar, ya que algunas de ellas llevan dedicándose a este oficio desde hace más de una década.
Con el paso de los años, el proceso de producción de estas lámparas tradicionales cuyos diseños se han ido diversificando hasta la actualidad ha ido cambiando y se ha introducido maquinaria para acelerarlo.
Uno de los trabajadores más veteranos de este taller, donde se producen más de 1.500 farolillos al día, se encarga de montar su estructura interna metálica, que en sus orígenes estaba hecha de bambú o madera.
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Otras empleadas se ocupan de colocar las telas rojas sobre el marco en forma de globo, que posteriormente pasa por otras para decorar los mensajes de buenos deseos. Aunque tradicionalmente eran caligrafías hechas a mano, ahora se imprimen patrones, según explica Ma.
Mientras, decenas de farolillos cuelgan del techo durante nueve horas hasta secarse, momento en el que ya están listos para ser empaquetados y transportados a todos los rincones del país.
“Estos días estamos muy ocupados con los encargos porque los clientes nos meten prisa. Quieren los farolillos para antes del Festival de Primavera”, señala Ma mientras supervisa el proceso de producción.
Este elemento decorativo se ha convertido en uno de los símbolos por excelencia de la celebración del Año Nuevo tanto a nivel nacional como internacional, que este año empieza el próximo 5 de febrero con la entrada al año del cerdo, según el calendario lunar.
En medio de la superstición que envuelve este festejo, los rituales para entrar con buen pie al Año Nuevo empiezan eliminando la mala suerte del año anterior limpiando y ordenando la casa y colocando adornos de color rojo, como los faroles, con mensajes de suerte y buena fortuna.
Al colgar un farolillo rojo delante de la puerta se cree que se ahuyenta la mala suerte, por lo que no es extraño verlos durante todo el año decorando árboles, edificios o puertas de las casas, e incluso en celebraciones especiales como bodas o bautizos.
Pero es durante el Año Nuevo, la fiesta más importante de China, cuando se produce una explosión de color en todos los hogares y ciudades del país al lucir estas lámparas típicas.
Los habitantes de Tuntou presumen de ser los creadores de estos pequeños artilugios que traen la buena suerte a sus conciudadanos, y un museo en la localidad conmemora este oficio artesanal, que ha logrado resistir a las producciones en masa que tanto caracterizan actualmente al gigante asiático.
Fuente: EFE