¿Cuál es tu cereal preferido? ¿El que te gusta más? ¿El que te hace evocar momentos increíbles? Pues te contaré que el mío es la avena. Me encanta no solo por su delicioso sabor, textura y por todo lo que se puede preparar con ella, sino porque me trae los mejores recuerdos de aquella bebida que mi mami nos hacía cuando íbamos a la playa con mis hermanos y los amigos de la universidad de mi hermana, la mayor. Caminábamos por toda la Costa Verde hasta llegar a La Herradura, nadábamos y jugábamos hasta el agotamiento, y de ahí otra vez a caminar hasta la casa. En esa época se hacía ejercicio y mucho. Al llegar a casa, mami ya nos tenía preparada una deliciosa bebida de avena fresca, no muy helada (la verdad, a la temperatura perfecta), con poco dulce y mucho sabor de canela y clavo. Recuerdo cómo se me hacía agua la boca. Otra manera que tenía de preparar la avena era en una especie de mazamorra, bien espesa. Al ponerla en el bowl, recuerdo que mi papá le hacía aberturas con la cuchara y le agregaba azúcar para que con el calor se derritiera y esperaba para comerla fría….pero antes, le ponía canela en polvo. Realmente, qué delicia. Y es verdad, uno come recuerdos y no solo alimentos.
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Un gran alimento Pero además de contarles esta parte emocional, sería bueno presentarles nutricionalmente a este popular cereal. Empecemos por el principio y aprendamos que su nombre es Avena sativa. Pertenece a la familia de las gramíneas (es decir, de los granos). El grano tal cual aporta almidón, proteínas, vitaminas, minerales y otras sustancias como el betaglucano, un ingrediente funcional cuya propiedad está relacionada con la disminución del colesterol. Además tiene el salvado, que es precisamente el que más propiedades aporta para ayudar con el colesterol elevado.
Dentro de sus propiedades, la avena es fácil de digerir -y de manera lenta-, razón por la que es uno de los alimentos más recomendados para personas con diabetes. Ayuda a regular la glucosa en la sangre y también en el control del colesterol. Por eso es importante también consumir el salvado de la avena (que también se vende como tal). Contiene mucilagos que le dan esa forma medio gelatinosa y que ayuda a retener agua, lo que permite que pase suavemente por el intestino y sea muy bien tolerado en la gastritis.
Sus proteínas están alrededor del 17%. Siendo un vegetal, tiene un aporte importante de aminoácidos esenciales (aminoácidos es a ladrillos como proteína a pared; se les llama esenciales porque el cuerpo no los fabrica y deben provenir de los alimentos). No reemplaza a la carne u otra proteína animal, pero ayuda mucho a una buena alimentación cuando se mezclan con una menestra mejorando su calidad.
Y si de sus grasas se trata casi el 80% de ellas son del tipo insaturado, esas que llamamos ‘buenas grasas’, razón por la cual también ayuda a mejorar el colesterol.
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Una contraindicación en su consumo es la intolerancia al gluten. La avena, al igual que el trigo, la cebada y el centeno contiene gluten. Aquellas personas que padecen de esta enfermedad deben evitarla, así como preparaciones que la contengan.
Desterrando mitos ‘No mezcles avena con leche’. El mayor de los mitos, que nos priva de uno de los mayores placeres y combinaciones nutricionales. Claro que se pueden mezclar, el secreto está en qué momento hacerlo: una vez cocida la avena, recién se puede mezclar con yogur o leche.
‘La avena engorda mucho’. ¡Mentira! Una ración preparada con dos cucharadas de avena aportará alrededor de 80Kcal. Por lo tanto, puede ser incluida en un plan de alimentación incluso de adelgazamiento, pues además da sensación de llenura y ayuda a soportar más tiempo sin necesidad de comer desesperadamente.
Mi recomendación Innova en casa agregando a los pasteles, panqueques y demás un poco de avena. Si te gustan los panqueques, puedes hacerlos con 80 gramos de avena licuada con 120 o 150 ml de leche y 2 huevos. Le puedes poner vainilla, canela, un poquito de azúcar rubia o panela, y los haces en una sartén de teflón. Les pones fruta encima o un poquito de yogur o la deliciosa miel de maple. ¡Provecho!
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