Aunque no lo crean, en la nevera puede haber microorganismos, tanto en los alimentos como en las superficies de este electrodoméstico, es por eso que envasar las comidas de forma adecuada que allí se almacenan es clave para prevenir la proliferación de bacterias.
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Según un estudio realizado por expertos de la Universidad de California, en cada centímetro cuadrado del interior de la nevera (tanto en alimentos como en la nevera en sí) habita una media de 11,4 millones de bacterias, un hecho que suele pasar desapercibido ya que solo en algunos casos estos microorganismos se manifiestan.
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Las bacterias que aparecen en la nevera actúan de dos maneras: por deterioro, crecen a bajas temperaturas y son visibles, ya que se detectan cuando un alimento se echa a perder. No producen ninguna alteración en el organismo; patógenas, son las responsables de enfermedades transmitidas por los alimentos y no son visibles, por lo tanto, son las más peligrosas para la salud.
Por esa razón, es necesario prestar atención a la manipulación y conservación de los alimentos en la nevera para disminuir el riesgo de proliferación de bacterias. En ese sentido, evita:
- Meter en la nevera los alimentos cocinados sin envasarlos correctamente.
- Mezclar alimentos crudos y cocinados. Mezclar alimentos de origen vegetal crudos con alimentos de origen animal crudos.
- No programar la nevera a la temperatura adecuada (esto es, a menos de 5ºC).
- No distribuir los alimentos en función de las temperaturas de la nevera. En las zonas más frías es en las que deberían ponerse los alimentos crudos. En las bandejas superiores, los alimentos ya cocinados, yogures, entre otros.
- Colocar en la puerta aquellos alimentos en los que la diferencia de temperatura hace que sea fácil que crezcan microorganismos, que es el caso de los huevos.
- No limpiar la nevera adecuadamente.
- No respetar las fechas de caducidad de los alimentos.