¿Pero cómo puede ser que insectos puedan ser una fuente para protegernos de varias bacterias? Sí, suena y se lee contradictorio, no obstante, una reciente investigación entre institutos universitarios australianos y japoneses así lo aseguran.
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En sus alas, los insectos cuentan con una estructura de tamaño nanométrico. Esta condición permite distintas propiedades, entre ellas, las antibacterianas, por ello, un equipo de investigación logró desarrollar una cobertura antibacteriana para ejecutar en envases de alimentos y así mejorar la vida útil y reducir desechos.
El grupo de trabajo estuvo conformado por científicos australianos y australianos y japoneses de la Universidad RMIT, la Universidad Metropolitana de Tokio y el Instituto KAITEKI. El análisis se concentró en diez años de estudios, inspirada en superficies autolimpiantes.
Alas de insectos
Los investigadores examinaron las alas de cigarra y libélula. Estas alas tienen “nanopilares”. Los investigadores pensaron que estos nanopilares, como las superficies de las hojas de loto, serían lo suficientemente hidrófobos como para limpiar las bacterias.
Se están buscando socios para ayudar a escalar la producción de los envases a niveles comerciales y quieren aplicar la cubierta desarrollada a plásticos más blandos para ampliar sus posibles funciones de protección antibacteriana de alimentos.
“Lo que pensamos que sucedería con las células bacterianas es que habrá gotas de agua rebotando desde la superficie, [reteniendo] bacterias, y la superficie permanecerá libre de bacterias”, indicó profesora Elena Ivanova, investigadora de la Universidad RMIT.
La experta resalta que cuando una célula bacteriana está sentada en la superficie, se estira, y la tensión que se impone desde este estiramiento es tan fuerte que la membrana se rompe. Así que, básicamente, esa es una forma bastante sorprendente de romper las células bacterianas.