Los adultos tenemos la errada creencia de que mientras más cosas tengamos, más felices seremos, y por eso es que caemos en el error de criar niños consentidos, porque sentimos que eso será suficiente.
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Sin embargo, la felicidad va mucho más allá de lo material, por lo que llenarlos de objetos o regalos genera que su escalada de valores se centre en lo banal y no en el amor, generando problemas emocionales en ellos.
¿Qué entendemos entonces por niños consentidos? Aquellos que son caprichosos, consiguen de sus padres todo lo que quieren, que suelen tener poca tolerancia a la frustración (así que hacen berrinches), buscan manipular y nunca están satisfechos.
“Son niños muy demandantes y caprichosos. No saben manejar el enfado y de ahí surge la rabia y consigo las rabietas. A medida que crecen, nos encontramos conductas todavía más agresivas, como peleas y conductas impulsivas”,
— explica Gema José Moreno, psicóloga infanto-juvenil, a El País.
Todo eso parte del hecho de que se acostumbraron a que siempre tendrán lo que quieren a bajo, o nulo, esfuerzo, así que la solución no está en aplicarles ‘mano dura’, sino mas bien llenarlos de amor, tiempo de calidad, buenas experiencia y compañía.
“Los padres se centran en proveer al niño de la mayor parte de cosas materiales que demanda para compensar la falta de tiempo que se le dedica y se opta por entretenerle con la tablet o el móvil, con lo cual se deja de lado la educación en valores. Lo que el niño aprende así es que a través de una conducta negativa obtiene una consecuencia positiva, es decir, un consentimiento”,
— agregó la experta.
La educación basada en el consentimiento, la permisividad y la falta de límites o normas en definitiva, no lo hará más feliz.
La diferencia entre un niño consentido y un niño feliz
En el mismo orden de ideas, Soy Carmín apunta que si bien los niños en general tienen conductas similares, por ejemplo, hacer un berrinche porque quiere algo, el niño feliz estará abierto al diálogo y entenderá la explicación de por qué no puede obtenerlo.
Asimismo, estos no basan el amor o el reconocimiento de sus padres en que le den el regalo más caro o la ropa de la mejor marca, sino que en ambos descubran el mundo juntos y le permita hacer las cosas a su manera con autonomía.
Es decir que, son más sensibles, amables y hasta empáticos porque fueron criados con límites, sin que les faltara la atención, así que reconocen que una persona no vale por lo que tiene sino por lo que es, restándole importancia a lo material sobre lo afectivo.