POR VERÓNICA KLINGENBERGER – Periodista – @vklingenberger
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La pregunta surgió a los 30 minutos del primer capítulo de Succession: ¿por qué asomarme a un mundo repleto de personajes intragables que representan todo lo que desprecio en vida? La serie sensación de HBO (18 premios, 36 nominaciones, Emmys, Baftas, Globos de Oro, etc.) te va tragando de a pocos, en un espiral del que te será imposible salir a pesar del asco y la enajenación.
Succession es una serie sobre la herencia y la podredumbre de una familia de multimillonarios neoyorquinos. Logan Roy, un escocés conservador hijueputa, es el patriarca de la familia y el responsable de haber amasado una considerable fortuna que lo pone a una llamada telefónica de cualquier presidente. Dueño de uno de los conglomerados mediáticos y de entretenimiento más importantes del mundo, Logan debe lidiar ahora no solo con todos los chanchullos de su pasado -esos sobre los cuales se construyen casi todos los imperios-, sino con su propia fecha de caducidad y la panda de cuervos y sanguijuelas que ha criado, sus cuatro hijitos, cada uno más dañado que el otro.
Creada por Jesse Armstrong, la serie se apoya en cada detestable matiz de sus personajes, maravillosamente diseñados, en esa cinematografía fisgona y nerviosa que por ratos recuerda al tratamiento visual de The Office y en un guion perfecto que sorprende y se supera episodio tras episodio (la segunda temporada tiene una calificación del 100% en Rotten Tomatoes y ya se anunció una tercera). El tema musical también es parte del barullo que ha desatado: una pieza escrita por Nicholas Britell (Moonlight) de la que ya se han escrito decenas de elogiosos artículos y se han descargado millones de ringtones.
Pero quizá lo que marca la diferencia es ese formato que los gringos conocen como ‘dramady’ y que es una suerte de tragicomedia que conjuga la densidad de la trama con la comicidad de sus diálogos y situaciones. Por algo Will Ferrell es uno de sus dos productores ejecutivos. El otro es Adam McKay, fundador junto con Ferrell de Funny or Die, una de las productoras de comedia más importantes del mundillo digital, y quien dirigió además el episodio piloto.
Finalmente, Succession es un espejo del ridículo circo del poder y la riqueza: sus personajes encarnan el abuso o la zalamería, según convenga, en un fascinante baile que tiene como salón de fondo el mundo corporativo y el lujo más grotesco. Como ejemplo, la escena de dos pavos gastando dos mil dólares en el salón vip de una discoteca en la que les sirven vodka en copas de oro de 24 kilates. Un parricidio shakesperiano encarnado por orangutanes gringos con ropa cara y la pobre y única ambición de hacer más plata.
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