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Por Verónica KlingenbergerPeriodista@vklingenberger
Meg White es la chica más cool y rara del mundo. Está casada con el hijo de Patti Smith, actuó para Jim Jarmusch, posó para Marc Jacobs. Fue la baterista de una de las bandas de rock más influyentes de nuestro tiempo, pero ella siempre será la misma bartender blanquísima que sedujo a un tal John Anthony ‘Jack’ Gillis en la barra del Memphis Smoke, en los suburbios de Detroit, cuando ya era la chica más cool y rara del mundo.
Jack Gillis era Jack White, dos años antes de casarse con Meg y tomar su apellido prestado para siempre. Jack, un músico talentoso, conocido en algunos círculos de Detroit por tocar en varias bandas, convenció a su esposa de probar con la batería y así nacieron los White Stripes. El sonido limpio de Meg fue lo que Jack había esperado toda su vida. Fue liberador y refrescante, y le permitió tocar el blues sin sentirse un tonto únicamente por ser un chico demasiado blanco. ‘Meg es lo mejor de esta banda’, le dijo hace cinco años a David Fricke de Rolling Stone, ‘nunca habría funcionado con alguien más’.
Meg puede ser tímida pero sabe que su exesposo, considerado uno de los genios rockeros de nuestra era, tiene razón. El sonido minimalista de su batería es su marca registrada. ‘Ese es mi fuerte. Muchos bateristas se sentirían raros al ser tan simples’, le dijo a Fricke en la misma entrevista. Y tiene razón. Lo que hizo que los White Stripes sean lo que fueron fue esa especie de límite impuesto por Meg. Esa forma de darle a los platillos, los latidos de su bombo y sus oportunos silencios, solo magnificaban la guitarra y los alaridos de Jack. Así, los White Stripes funcionaban como un binomio perfecto. Meg y Jack, exesposos, mejores amigos, hermanos, tocaban para ellos, y el magnetismo que producían el uno en el otro sigue siendo electrizante. Era como si no hubiese habido nadie más a pesar de haber sacudido a una audiencia multitudinaria. Hey, estamos hablando del grupo de rock que hizo que U2 quiera volver a sonar como una banda de garage.
Pero quizás la dinámica de tocar mirándose entre ellos se explique en el miedo que tenía Meg a lidiar con su audiencia, ese montón de gente a la que no conocía y que parecía saberlo todo sobre ella. Para Meg White toda exposición resultaba un desgaste y ahí está esa gira por el Reino Unido que tuvo que cancelarse por los episodios de ansiedad que sufrió. Durante esos meses, alejada de los escenarios, se refugió en sus pasatiempos favoritos: disecar animales y tomar fotografías, sobre todo de animales, disecados o no. Por ese entonces fue que Marc Jacobs la eligió como la imagen de su colección primaveral. Cuando pudo vencer sus miedos, volvió a los escenarios para tocar un par de canciones con The Raconteurs -otra de las bandas de Jack White- en un concierto en Detroit.
Hace 10 años, Meg se casó con el guitarrista Jackson Smith, hijo de Patti y Sonic Smith. La boda se celebró en el jardín de la casa de Jack White, en Nashville, Tennessee. La noticia fue un duro golpe para todos los que soñaban románticamente con ella, como Ray LaMontagne, ese músico gringo que parece el hijo de Nick Drake y Van Morrison y que le escribió una divertida canción de amor. En una de las estrofas, LaMontagne quizás resuma lo que muchos sentimos por ella: ‘Meg White / I saw you on the big screen / Oh, Jack was king, but you stole the scene…’.
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