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POR VERÓNICA KLINGENBERGERPeriodista@vklingenberger
Uno de los mejores libros del año es un cómic titulado Sabrina, que ha sido escrito y dibujado por un chico de 29 años que se llama Nick Drnaso. En un círculo literario aún incrédulo ante las novelas gráficas, Drnaso ha sido seleccionado -no sé si para bien o para mal- entre los candidatos al Premio Booker, uno de los premios literarios más prestigiosos en lengua inglesa. Es la primera vez que un cómic consigue una nominación. Y son muchos otros los que se derriten en elogios, como Chris Ware o la escritora de moda, Zadie Smith -que por cierto ahora anda coescribiendo con su esposo un musical sobre la vida de Franz Kafka-, quien se refirió al libro como “una obra maestra que combina todo el poder político de una polémica con la delicadeza del arte verdaderamente grande”.
Aunque siempre sospecho del entusiasmo de contratapa, esta vez me uno a la legión de fans de Drnaso, quien vive en Chicago y le debe tanto de su obra a sus propios problemas de ansiedad y paranoia como al cine (ahí están Todd Solondz y Jim Jarmusch, por ejemplo). “Una vez pensé que en los años 60 muchas personas intentaron ser directores de cine pero no tenían el temperamento extrovertido para dedicarse a eso, y que estas personas son los grandes caricaturistas perdidos. Pero las novelas gráficas ni siquiera eran una opción en ese momento”, dice Drnaso en una entrevista en The Guardian. “Lo que me encanta de dibujar es que puedo trabajar en privado”.
Sabrina, editado por Granta, narra la historia de dos amigos que se reencuentran a partir de un hecho traumático: la desaparición de la novia de uno de ellos. En realidad, narra la historia de las personas más cercanas a esa chica: su hermana Sandra y su chico Teddy. Y en esa convivencia incómoda y triste entre Teddy y su amigo del colegio, ahora un militar bonachón con trabajo de escritorio llamado Calvin, Drnaso retrata nuestros tiempos con la frialdad de un informe científico.
El resultado del experimento es un calco del mundo en el que viven sobre todo los gringos: desconfianza, aislamiento, conspiraciones y fake news a colores lavados, atmósfera tensa (los amigos encuentran imposible cualquier tipo de diálogo) y ritmo pausado. Los diálogos y silencios, por su parte, son escalofriantemente reales. Contenidos pero cálidos y honestos, encogen el corazón y nos llevan al mundo interior de sus protagonistas, personas adultas y buenas que intentan sobrevivir al horror de lo que les ha tocado vivir en el tedio del día a día.
Una de las tantas virtudes de Sabrina es eso que tienen las mejores novelas de detectives. Y es que la tensión está tan bien dosificada que el lector se enfrenta al reto de unir las piezas desde las primeras viñetas, y como los protagonistas, también caemos en un remolino de noticias y teorías conspirativas tan típicas de las redes sociales e Internet, el verdadero monstruo de esta historia. Quizá por eso no haya rastro de Drnaso en Facebook, Instagram ni Twitter.
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Y quizá también por eso una de las pocas cosas que dice Sabrina al inicio del cómic, cuando su hermana le propone hacer un viaje en bici, tiene que ver con lo mismo: “Suena genial. Salir de la ciudad. Alejarse de Internet’.
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