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(Opinión) Después de las alas de la libertad… ¿qué nos va a quedar?

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Por Zoë Massey

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Hace unos años fui al Museo de Historia Natural. En esa época dictaba clases de español a niños extranjeros y había llevado a dos de mis pequeñas alumnas a conocer algo más de nuestro país. Felices vimos aves, mamíferos, insectos, todos disecados, todos puestos ahí para que podamos saber más de nuestra flora y fauna, de nuestro pasado y cómo muchas de estas especies ya no las podremos ver más, ya sea por cambios en el medio ambiente o principalmente por culpa de nuestra propia especie. Mis dos niñas estuvieron súper interesadas y felices.

Hace un año tuve la suerte de pasearme por el National History Museum de Nueva York, que tiene una increíble colección de taxidermia, con animales de todo el mundo en vitrinas correctamente iluminadas, conservadas y rotuladas. Apuesto a que te gustaría tanto como a mí, incluso más que algunos museos de arte. No sentí ni remotamente nada de maltrato ni abuso hacia lo expuesto.

Este fin de semana que pasó fui a ver la muestra ‘Después de las alas de los pájaros’, de Marco Carpio en la Casa Don Bosco (Av. San Martín 135, Barranco). Es algo chocante por fuera y conmovedora por dentro. Nos muestra geniales collages hechos con huesos de diferentes animales, espinas de puercoespín, escarabajos e insectos, una instalación increíble de aves disecadas entre las que se pueden ver pelicanos, flamingos, gallitos de las rocas y muchos más de diferentes tamaños y colores (muchos ya extintos, lamentablemente). Todo cuidadosamente colocado sobre una pared de pan, en una sala que cuenta con dos deshumedecedores y mucha naftalina para evitar el ataque de nuevos bichitos no invitados. Todas estas aves son un préstamo temporal de las colecciones científicas del Centro de Ornitología y Biodiversidad (CORBIDI) y el Zoocriadero El Huayco. A su vez, fueron entregadas a estas instituciones por el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) con una finalidad científica y cultural. Esto último es importante que lo lean bien, ya que esta muestra ha causado polémica y reacciones absurdas en un grupo de gente que se ha dedicado a hostigar, insultar y amenazar no solo al artista, sino a la gente de Don Bosco, que aparte de haber muy cuidadosamente confiado en esta puesta, no tienen nada que ver con la misma.

Este lamentable hecho se debe a que una página de fanáticos animalistas (no voy a decir el nombre para no hacerles publicidad), sin informarse ni de la muestra ni del artista, vienen fomentando a través de sus redes sociales que se ‘exija’ el retiro de las piezas por considerarlas una ofensa a la muerte de un animal. Han calificado a la muestra como tonta, imbécil, desalmada, mórbida, sádica, enferma, necrófila, repudiable, psicópata, entre otras categorías vejatorias. Ahí no para esto. Las llamadas y mensajes de amenaza son constantes tanto al artista como a las personas de Don Bosco. Han sido invitados a Han sido invitados a conversar con el artista, visitar la muestra, pero se han negado.

Yo me encuentro muy sorprendida y decepcionada por tanta agresividad. Me da pena haber apoyado en muchas campañas a esta organización que claramente no practica con los humanos lo que dice promueve con los animales. Una disculpa pública es lo menos que deben hacer para reivindicar el daño. Lamentable también saber que hay prensa que se está prestando para tergiversar la información y publicar notas absurdas y sensacionalistas.

Gente, les pido que antes de criticar y ser unos inquisidores en redes sociales, se informen un poco. Todos somos libres de que nos guste o no, sin embargo, nada nos da la autoridad para amenazar a nadie.

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Vayan a la muestra de Marco Carpio, le pique a quien le pique, va hasta el 30 de noviembre. Créense su propia opinión. Si les parece tan ofensiva, les advierto: no vayan a ningún museo de historia natural.

‘Lloran por las aves, pero no por el pan’, se leía en el muro de Marco hace dos días. Da que pensar de nuestra sociedad y sus prioridades.

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