Por: Verónica Klingenberger
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Cada cierto tiempo aparece un libro que nos gusta de verdad. Que cuando se acaba, nos deja mudos durante un buen rato, con una sensación de nostalgia y contemplación, como si un barrio y unos amigos y una familia y una chica en particular fueran algo que visitamos o conocimos y que, por algún motivo, habíamos olvidado hasta ese momento. ‘The Love Bunglers'(1) (‘los ineptos para el amor’) de Jaime Hernandez ha sido mi romance libresco más reciente. Las razones podrían ser muchas. Por ejemplo, que el autor creó a la protagonista hace 30 años. Que la protagonista, como el autor, ha vivido mucho y ha cambiado mucho y a la vez sigue siendo ella, como le pasa al autor y nos pasa a todos en realidad. ¡Que la protagonista se llama Maggie Chascarrillo! ¿Puede haber un mejor nombre? Que Maggie es gordita, fue mecánica de autos, escuchaba punk y tenía rollos con hombres y mujeres (sobre todo con una, su gran amiga Esperanza “Hopey” Leticia Glass, una mala bajista de varias bandas de la escena punk californiana. Aunque de esa historia no se habla en este libro sino en toda la serie Love & Rockets).
Pero todos esos datos no tendrían por qué convencer a alguien de leer un relato que emociona y perturba a la vez sin hacer ningún aspaviento. Hernandez dibuja una especie de sinfonía en la que se entrelazan varias historias que al final terminan siendo solo una: la vida de Maggie y su camino hasta aceptar el amor y la felicidad.
Hay algo extraño y muy valioso en esta novela gráfica. Por un lado está el desarrollo de los personajes y su admirable complejidad. Emociona que un hombre entienda a ese nivel el embrollo femenino y que lo exponga de una manera tan sutil y real, tan lejos del cliché femenino en el que caen, tantas veces, las propias escritoras mujeres. (De hecho, en una entrevista, Hernandez asegura que Maggie Chascarrillo no es otra que su alter ego. Y cuando le preguntan por qué la hizo como la hizo -mecánica, gordita, bisexual-, él responde ‘porque quise y porque pude’). Por otro lado todo lo que pasa, simplemente pasa. No hay negritas ni subrayados. La vida se abre paso entre alocadas fiestas, la violación de un niño, exposiciones de arte y el cobro de la renta del mes. Todo sucede con absoluta naturalidad, en la narración y el dibujo. Por algún lado leí que comparaban el trazo de Hernandez con el de dibujantes clásicos como Charles Schultz (el creador de Peanuts/Snoopy). Pero lo cierto es que, en este libro, su técnica y estilo son una clase maestra de historieta.
Hernández narra con saltos de tiempo que solo se explican por el cambio físico de los personajes o por las distintas situaciones que viven. No hay ningún indicador de tiempo pero ahí vemos las barrigas, las ojeras, las bolsas en los ojos. Y durante todo el libro solo se acentúan algunas cosas con la edad. La resignación ante la soledad, ante el rechazo amoroso, ante una familia dividida, ante la desaparición de un hermano. Es como si Maggie viviera todo el tiempo una especie de confusión llevadera que finalmente termina bien acompañada en una sociedad o compañerismo que ha durado toda su vida.
(1) El libro aún no ha sido traducido al castellano pero seguro aparecerá pronto. La edición en inglés fue editada y publicada en junio por Fantagraphics. Creo que solo dos libros de él han sido traducidos al español: Penny Century y El fantasma de Hoppers. Date una vuelta por Amazon, no te arrepentirás.