Puede parecer una disputa extravagante, pero la decisión de muchos ayuntamientos británicos de suprimir los apóstrofos de los nombres de las calles se ha percibido como un ultraje en cunas culturales como Cambridge.
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La venerable ciudad universitaria se encuentra un conmocionada tras “el acto de vandalismo” perpetrado a principios de año por las autoridades locales, decididas a librarse de los apóstrofos y otros signos de puntuación de la nomenclatura de las calles.
Otros muchos gobiernos locales también prefieren “Kings Road” (la calle de los reyes) a “King’s Road” (la calle del rey), aunque cambie su significado, y justifican su “crimen” esgrimiendo la directiva nacional que recomienda suprimir toda puntuación engorrosa.
El objetivo es facilitar el trabajo de los servicios de emergencia, para evitar errores fatales, como el que costó este año la vida a una adolescente que murió de un ataque de asma después de que la ambulancia fuera a la dirección equivocada.
“La puntuación puede ser malinterpretada por ciertos programas informáticos o por los GPS. Conozco al menos dos sistemas en los que su uso causa problemas”, explicó a la AFP Tim Ward, a cargo de la cuestión en el ayuntamiento de Cambridge.
En Estados Unidos o Australia, las autoridades llevan tiempo librando la batalla gramatical sin demasiados obstáculos, pero en el Reino Unido la medida es muy mal vista por los custodios de la lengua inglesa y otros defensores del punto y coma.
Alzados en armas, muchos de ellos salían por las noches a restaurar con sus rotuladores los signos que faltaban en las placas de las calles.
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El alcalde de Cambridge acabó dando marcha atrás en febrero. “Porque la directiva nacional fue retirada”, aseguró Tim Ward.
“Tonterías, lo que pasa es que estaban avergonzados, no he visto en ningún lugar que retiraran la directiva”, replicó Kathy Salaman, directora de la “Good Grammar Company” (la compañía de la buena gramática) de Cambridge, a la vanguardia de la protesta.
Sin embargo, GeoPlace, el organismo público que supervisa la nomenclatura, insiste en que prefiere “no recibir datos que incluyan signos de puntuación”, confirmó a la AFP. Porque “ralentiza la búsqueda” y podría ser “mal interpretado por los ordenadores”, agregó, aunque asumió que la decisión final en este tema es de las autoridades locales.
“Es grave”, sentencia John Richard, presidente de la solemne Sociedad protectora del apóstrofo, que no entiende que haya que cambiar “los nombres y no los ordenadores”.
“Y todavía es más incomprensible si se tiene en cuenta que los bomberos, la policía y las ambulancias de Cambridge dijeron que nunca tuvieron ningún problema”, añade por su parte Kathy Salaman, que sueña con una “campaña nacional” contra el “vandalismo gramatical”.
Para ella, la medida es sintomática de un país reñido con el diccionario donde la solución “es librarse de todo lo complicado”.
“Después del apóstrofo, ¿qué suprimimos? ¿La coma?”, se preguntó, culpando a “las corrientes lingüísticas estadounidenses”.
“Estamos en el mal camino y nuestra lengua está en declive por la pereza y la ignorancia. ¿Cómo quieren que nuestros niños crean en el profesor que trata de enseñarles los signos de puntuación, si ven que los apóstrofos fueron eliminados de las calles?”, dice John Richard.