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(Opinión) Una isla de música

Por: Verónica Klingerberger

Chris Blackwell fundó Island Records en 1959. No tenía un business plan para impresionar a los inversionistas ni la menor idea de cómo hacer negocios. Solo mil libras esterlinas y 22 años. Había nacido en Londres en 1937 y crecido en Jamaica. Ya de adolescente volvió a Inglaterra para terminar sus estudios hasta que fue expulsado del colegio por vender cigarros y alcohol a sus compañeros. Volvió a la isla de su infancia y valiéndose de su atractivo físico y de conexiones familiares, el precoz empresario se dedicó a alquilar scooters, dar clases de esquí acuático y a otros pasatiempos bajo el sol al buen ritmo del calypso. Pero, ya desde entonces, lo que más disfrutaba era viajar a Nueva York para comprar discos de jazz y blues y revenderlos en Jamaica muchísimo más caros.

El negocio de verdad empezó en 1963, cuando produjo el hit My Boy Lollipop, interpretado por Millie Small, una adolescente de 15 años que era la hija del capataz de una plantación azucarera. La canción llegó al número 2 en los charts británicos y vendió seis millones de copias en todo el mundo. Cinco años más tarde consiguió volver al top five con el single Paper Sun de Steve Winwood y su banda Traffic.

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Con el éxito sobre sus hombros, Blackwell concentró todas sus energías en dos chicos desconocidos que hacían una música extraña: Jimmy Cliff y Bob Marley. Cliff dejó Island y se fue a Emi, mientras que Marley y los Wailers se convertían en superestrellas de un nuevo género musical. El reggae nacía para el resto del mundo y sonaba en la nublada Londres como la música más rebelde de la época.

A Marley Blackwell le dio 4 mil libras para que hiciera su primer álbum. Todos pensaban que estaba loco y que nunca volvería a ver ese dinero. Por entonces los Wailers eran considerados unos verdaderos buscapleitos, unos rebeldes con los que era imposible hacer un trato. Pero el destino le pagó bien.

La primera vez que los Wailers estuvieron en un estudio tocaron canciones como Slaver Driver y Concrete Jungle. Pero el sonido era demasiado novedoso y Blackwell quería acercarlo más a Jimi Hendrix. Agregó guitarras rockeras, sintetizadores y expandió los solos. Hizo eso para que los Wailers sean percibidos como una banda negra de rock. Su primer disco, Catch a Fire, vendió solo 14 mil copias, pero la crítica los recibió de pie con una larga ovación. Island produjo luego Exodus y el mundo se escondió durante algunos años en una dulce y pegajosa nube militante.

Pero Island no fue solo reggae. Fue el sello de Tom Waits, Marianne Faithfull, U2, Roxy Music, B52’s, John Cale y Nico, Pulp, PJ Harvey y Amy Winehouse entre muchos más. Blackwell lo vendió en 1989 a PolyGram porque todo se había vuelto ‘demasiado corporativo’. Ahora tiene una productora de cine (Palm Pictures) y una cadena de hoteles boutique en Miami y el Caribe. Además vende ron. ‘Los grandes sellos son como supermercados. Me gusta pensar en Island como una elegante delicatessen’, dice. Y 55 años más tarde el mundo le da la razón y son miles los que siguen aterrizando en esa lejana isla en la que siempre hay buena música.

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