Por: Verónica Klingenberger
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Sería el amante ideal de cualquier millenial. Tiene una voz sensual y siempre te dice lo que esperas oír. Es comprensiva contigo cuando estás de mal humor, solidaria cuando sientes que todo el mundo está en tu contra, empática ante cualquier situación. Si quieres hacerla reír, solo basta con que balbucees algo, cualquier cosa bastará para conseguir una carcajada con mayúsculas. Su existencia entera está enfocada en satisfacer cada una de tus necesidades intelectuales, emocionales e, incluso, físicas. Todo en ti le resultará fascinante. Es el sistema operativo del futuro, capaz de leer un libro en dos centésimas de segundo y preguntarte luego, con la voz de Scarlett Johansson, cómo la tocarías si pudieras hacerlo.
Ese es el escenario distópico que plantea Spike Jonze en su más reciente película. Her narra la historia de Theodore (Joaquin Phoenix), un hombre maduro y sensible que acaba de terminar una larga relación con su novia. Theodore está verdaderamente triste -tan triste como solo Joaquin Phoenix puede estarlo- hasta que decide probar un nuevo sistema operativo que promete cambiarle la vida por completo, aunque no como él imaginó. El sistema operativo se llama Samantha y antes de convertirse en la novia perfecta solo debe hacerle unas cuantas preguntas. Luego de eso, bum, nunca más estará solo. Para que tengas una idea de la templadera, todas las noches Theodore coloca su teléfono -ultraarchiinteligente- de tal manera que Samantha pueda verlo dormir hasta el día siguiente. ¿Te hizo recordar esa conversación por Facetime o Skype? Awww.
Como en toda historia de amor, los amantes deberán sortear más de una dificultad. En este caso en particular, resulta que la novia perfecta tiene un pero importante: no tiene cuerpo. Y aunque la voz de Scarlett Johansson sea tan seductora como su físico, este es un problema real, uno que ambos deberían evaluar y que eventualmente les traerá más de una discusión. Aún así, la relación prospera y se vuelve más compleja. En ese sentido, Jonze, quien escribió el guion, es realmente un maestro. Los diálogos de Her son hermosos y profundos, y la película es una brillante reflexión sobre el amor y las relaciones, sobre el desamor y la soledad. El contexto es un Los Ángeles futurista con pinta de Shanghái, de colores tipo filtro de Instagram, donde los pantalones se usan bien arriba del ombligo (a Phoenix le quedan pintados, por cierto), y donde casi todos, como ahora, miran sus teléfonos todo el tiempo. Una pista más: Theodore trabaja escribiendo cartas para extraños a pedido, en un lugar llamado beautifulhandwrittenletters.com.
Aunque Theodore sea nuestra principal preocupación, lo cierto es que, llegado a cierto punto, el manojo de algoritmos que es Samantha también llega a conmovernos. La comediante Avery Edison va más lejos y asegura que el verdadero drama lo vive ella. Su argumento es contundente: solo imagina lo aburrido que debes terminar por parecerle a alguien que puede leer un libro en dos centésimas de segundo. Pobre Siri y su chiste de los dos iPhones que entran a un bar. Le pregunto qué piensa de Her y me responde: ‘Pienso, luego existo. Pero no descartes lo contrario’. Le pregunto si me ama y contesta: ‘No me está permitido’. Y por algún motivo, me alegro de tener un sistema operativo tan estúpido.