El nombre de Mariana de Althaus es sin duda, uno de los que más suenan en el mundo teatral peruano. La dramaturga y directora acaba de presentar su libro Dramas de familia (Alfaguara, 2013) que reúne los guiones de tres de sus obras más aplaudidas: El sistema solar (hasta esta semana en el Centro Cultural Campo Abierto), El lenguaje de las sirenas y Ruido.
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Estas obras tienen en común el tema de la familia disfuncional. ¿Por qué escribes sobre eso? Es un tema muy actual. Estamos viviendo una crisis de la institución familiar en todas partes, diría que ya no es ‘normal’ ver familias tradicionales. Pero lo tomo como una excusa también para tocar el tema de las relaciones humanas en general.
¿Buscas dar algún mensaje en particular? La idea del teatro es dar motivos para discutir y generar preguntas. Dejar al público con cierta incomodidad que lo lleve a reflexionar, a entregarse al sentimiento y llegar a un conocimiento mayor de sí mismo. Eso es lo interesante del teatro.
Estudiaste literatura. ¿Has pensado escribir novelas? No. Son profesiones diferentes. Siempre me incliné hacia el teatro, solo que no me animé a estudiarlo porque quería una carrera universitaria. No solo me atrajo escribirlo, sino ser parte de toda la maquinaria de hacerlo.
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Alguna vez comentaste que las cosas que te atormentan te motivan a escribir… La ventaja de poder escribir las obras que dirijo es que hago lo que me compromete como persona. Toco temas que me entusiasman, que me molestan y me movilizan. Todo es parte de mi experiencia personal, cómo vivo el mundo y cómo me relaciono con los demás.
¿Es más fácil dirigir lo que tú escribes? Solo una vez he dirigido una obra de otro autor y me costó porque me generaba muchos deseos de modificarla. No puedo decir que algo sea más fácil, pero a mí esta forma de trabajar me ha acomodado. Yo escribo según como quiero ver la obra en el escenario. En los ensayos la modifico para que llegue a ser lo que reconozco en la esencia de mi impulso.
¿Siempre tienes temas en la cabeza para escribir? Al principio no era fácil que llegaran las ideas, pero ahora tengo como tres temas pendientes. El trabajo del dramaturgo no para. Es desordenado, sí, porque hay que conseguir tiempo para escribir, es como escaparse un poco de la vida.
Aún está en cartelera Tres historias de mar, ¿qué se siente ver una obra tuya en el escenario? Es un halago que una obra que hice hace 10 años aún emocione a la gente pese a que para mí es una obra imperfecta, la escribí cuando recién empezaba.
¿Qué sensación te deja cuando ves la sala llena en una de tus obras? Alivio. No siempre ha sido así. En mis primeros años yo era la productora de mis obras y me costaba sangre que la gente las viera. Conozco el otro lado de la moneda y ahora siento que ese trabajo valió la pena. Pero uno nunca debe relajarse porque un día tienes la sala llena y al otro está vacía.
¿Qué te ha enseñado el teatro? Muchas cosas. Una de ellas es escuchar, prestar atención a los aportes de los demás. Como directora tiendes a creer que debes hacerlo todo y que tienes las mejores ideas, pero no es así. El director ideal es el que sabe tomar las ideas de todo el equipo, sintetizarlas y potenciarlas.
¿Cómo ves el panorama actual del teatro peruano? Bastante esperanzador. Hay mucha gente talentosa y trabajadora con muchas ideas. Eso es bueno, porque se generan públicos de varios tipos y nos retroalimentamos. Estamos empezando la aventura de hacer crecer el teatro, pero estamos avanzando rápido.
Cuando escuchas que te describen como una de las dramaturgas peruanas más importantes, ¿qué sientes? En primer lugar agradecimiento, porque hay mucha gente talentosa cuyo trabajo no se reconoce. Por otro lado, mucha responsabilidad, porque uno no puede abandonar así nomás y tienes el deber de devolver lo que has recibido. Yo he recibido mucho apoyo y reconocimiento de mucha gente, tengo que devolverlo y no parar.