Como corrector de estilo soy muy purista para todo: palabras, gramática, hechos…y trivias de cine . Sé una que otra cosa sobre James Bond , pero nunca me vi como un 007 . En realidad, nadie me imaginaba como un 007.
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Mido 1,98 cm, peso casi 125 kilos, y teniendo en cuenta mi barba y mi pelo, más parezco un personaje setentero de Tiburón. Además, no tengo nada de experiencia en el manejo de armas. Pese a eso, acepté la misión de ser Bond por un día para ver si podía hacerme pasar por un agente secreto.
Corte y afeitada a lo Bond Para ser Bond, el look es fundamental. Eso implicaba usar un esmoquin y hacerme un cambio de imagen radical.
Fui a una barbería tradicional de Londres con una foto de Sean Connery en Dr. No, ese era el aspecto que buscaba. El barbero Alex me aplicó montones de cremas exfoliantes y me puso toallas calientes en el rostro antes de sumergirse en el bosque en el que se han convertido mis mejillas y mi cabeza. El resultado es puro Sean. Ahora estoy listo para escalar un edificio.
Johnston, Anthony Johnston En El mundo no basta, Bond aterriza sobre el O2 Arena luego de escapar de la explosión de un globo aerostático. Como olvidé traer mi globo, me apunté en la más reciente atracción del lugar Up at the O2, un camino abierto de 190 metros sobre el techo.
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Con un arnés, los visitantes pasean por el camino de tela con una inclinación de 30 grados y que lleva a un mirador a 52 metros del suelo.
El vértigo casi me derrumba. Pero si eres Bond y caminas con un propósito, lo más rápido que puedas, la recompensa es una impresionante vista aérea del distrito financiero de Londres.
También tienes una buena vista de algunas chicas escalando, algunas de ellas, mis chicas Bond. A pesar de mi esmoquin, se negaron a posar conmigo. Pero luego de colocarme una máscara de Daniel Craig , corrieron hacia mí. Incluso un tipo me dejó dispararle en el rostro con mi arma. Luego de esta experiencia, toca una buena bebida.
Una tarde con Vesper ¿De dónde sacó Ian Fleming la célebre frase ‘Un Martini. Agitado, no revuelto‘? Del Duke’s Hotel. Tiene un bar suntuoso y refinado al que acuden empresarios y expertos en obras de arte, a veces también un doble del 007, a tomar unos cocteles hasta entrada la noche.
Ni bien entré al bar, el barman en jefe Alessandro Palazzi, con su esmoquin blanco, me acompañó a una mesa en un rincón. Luego de mirar mi atuendo, me dijo: ‘Tú quieres el Vesper’.
A los novatos como ustedes, les digo que el Vesper es una mezcla potente de vodka, gin y vino Lillet blanco. Es considerado como el verdadero Martini del Agente 007, mencionado en la primera novela de Bond, Casino Royale. Alessandro lo hace con tres medidas de gin, una de vodka, una de Lillet blanco y dos pizcas de amargo de angostura coronado con una rodaja de cáscara de naranja. La preparación del trago frente a mis ojos fue tentadora y el sabor embriagador.
Y, finalmente, la chica Bond Con el Vesper en la mano, era hora de trabajar. ¿La misión? Buscar potenciales chicas Bond. Armado con un ego fingido y frases ingeniosas, me dirigí a un lugar llamado Dirty Martini.
Al principio, mis esfuerzos terminaron mal: no me hicieron caso e incluso una mujer mayor me dio una cachetada diciendo: ‘Soy muy sucia para ti’. Plancha quemada, James Bond.
‘Hola’, le dije a una chica de piel muy blanca y un pelo castaño encantador. Ella me preguntó si era estadounidense a lo que yo respondí: ‘No, soy irlandés’ (debí añadir ‘como Pierce Brosnan ‘, pero no lo hice). Luego me quedé frente a ella, mudo, todo un caso de pánico escénico. La chica se fue, olvidándose de mí.
El gran final Como toda buena película de Bond, esta tuvo un final explosivo. Canalizando mi Craig interno, usé mi última línea preparada en dos bellas chicas del Dirty Martini. ‘Explícame esto’, comencé, ‘¿cómo dos hermosas damas como ustedes entran y nadie me dice nada?’.
Ellas rieron y pronto estábamos conversando con alguien que, curiosamente, es muy similar a Eva Green, Vesper Lynd en Casino Royale. Incluso se sentó en mis piernas.
¿Estaba ella en su misión de ser una chica Bond? Eso es solo para mis ojos.
