Deportes

“Hazaña rusa”, por Verónica Klingenberger

eotzlxszqrgmtaxstmomaqhpse.jpg publimetro.pe (CRIS BOURONCLE/AFP)

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POR VERÓNICA KLINGENBERGERPeriodista@vklingenberger

Ayer, luego del gol de James Rodríguez, solo pude atinar a pararme y abandonar al ‘Cuarteto de la suerte’ (mi pequeño grupo-cábala que ha dado resultados desde la derrota de Keiko) para dirigirme a la sala y echarme boca abajo sobre la alfombra. La desazón que sentí resumía la historia deportiva de mi país, al menos desde mi perspectiva. Echada, con la nariz clavada en pelusas, sentí esa tristeza tan familiar para el hincha peruano. Recuerdo haber recordado en cuestión de segundos la garra de deportistas como Nadal o equipos como el uruguayo, y reconocer que nada de eso cabría nunca en mí. Derrotada, no creí en la remontada. Luego de ese gol, todo estaba perdido, aun cuando faltara más de media hora para que termine el partido.

Debo decir que odio ser así, tan cobarde y derrotista en cuanto a los deportes se refiere. Y debo reconocer que tampoco soy de esos hinchas incondicionales (serenos o no) que alientan siempre a la selección como si estuvieran en un estúpido comercial de TV. La suerte es algo a lo que no estoy acostumbrada como peruana, y no pueden culparme de eso. Desde que tengo memoria, desde la travesía de la selección peruana de vóley en Seúl 88, las victorias peruanas siempre han sido pequeñas conquistas hacia una derrota final e inevitable.

Es increíble que el Perú todavía tenga opciones, y grandes, de colarse en el próximo Mundial de fútbol. Tuvimos suerte (ya nos tocaba: he visto la suerte siempre del lado ajeno) pero, sobre todo, tenemos equipo. Un equipo de chicos que, aunque no siempre juegue bien, no se achica y no ha perdido los últimos seis partidos.

Gareca y la FPF tienen gran parte del mérito al apostar por un plan y una cabeza durante todas las eliminatorias y no perder los estribos buscando nuevas fórmulas sobre la marcha. La selección, clasifiquemos o no, debería apostar por Gareca durante muchos años más, como ha hecho Uruguay con Tabárez o Colombia con Pékerman. Gareca nos ha hecho bien. Ha conseguido crear un equipo que no tiembla a la hora de hacer un cambio, que tiene jugadores jóvenes con ganas y confianza dentro de la cancha y en el banco. Y aunque confieso haber perdido la fe antes de que los partidos de este año me dieran una lección (y también admito no estar convencida aún de nada hasta que le ganemos dos veces a Nueva Zelanda), creo que lo conseguido hasta ahora en estas eliminatorias debe celebrarse de alguna manera.

El fútbol tiene la capacidad de volvernos irracionales y muy idiotas. El grito de gol luego del tiro libre de Guerrero (una hazaña hermosa en cámara lenta con la suerte, qué raro, otra vez de nuestro lado) fue como el desfogue ante una maldición que se rompía. Y aunque ese final calculado nos haya hecho renegar a algunos, quizás también deberíamos ir aprendiendo que, a veces, para ganar hace falta tener algo de maña. Esos dos minutos finales molestaron, pero hay que entender que son parte del juego (hemos visto cosas peores de parte de las mejores selecciones del mundo en partidos igual de decisivos) y no pienso sacárselos en cara ahora a esos chiquillos. Porque el martes no jugaron bien, pero se la jugaron y hay que celebrar que seguimos con vida, por encima de selecciones mejores como la chilena, a tan solo dos partidos de Rusia.

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