En esta cancha de Ibagué, en los andes colombianos, todos quieren ser como James Rodríguez. No parece imposible: el goleador del Mundial de Brasil empezó aquí su meteórica carrera.
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Ahora, con 23 años, juega en el Real Madrid, el equipo de sus sueños. Para ellos es un ídolo.
‘James es ese ejemplo de perseverancia y de constancia y disciplina, y de que con disciplina todo se puede, todo se logra’, señala Adriana Pulido, madre de alumno de Academia Tolimense.
El primer entrenador de James, Yul Calderón, recibió a su padrastro en esta oficina para inscribirlo en la escuela de fútbol. Antes lo había intentado en el pudiente Club Campestre, pero solo aceptaban a los socios.
Calderón detectó rápidamente el potencial de James. A los nueve años ya tenía visión periférica. Era elegante al jugar y hacía tiros a media distancia. Además, destacaba por su humildad.
La obsesión de James era el fútbol y todo lo que tuviera que ver con él. Incluidos los videojuegos, una adicción que aún conserva.
“Usted entraba a la pieza de James y eran afiches de fútbol, sus juegos de videos todos tienen que ver con fútbol, y sus compañeros tenían que jugar fútbol y seguirle la corriente porque ese muchacho, todo era futbol. Yo creo que él jugaba con la comida haciendo goles con las arvejas… todo era fútbol!’, cuenta Calderón.
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James vivía en esta casa de Ibagué. Su abuela solía cruzar la calle desesperada porque su nieto se escapaba a jugar futbol.
Desde muy niño, tuvo mentalidad de jugador profesional. Su amigo Beto recuerda como se hacía tratamientos con chorros de agua para recuperarse después de los partidos, pese a que solo tenía diez años.
‘No fue fácil lo de él, ni fue de la noche en la mañana, ni de aquí salió al Real Madrid. Todo fue conseguido a punta de trabajo’, cuenta Alberto Bustos , compañero de equipo de James.
James pateaba balones con su padrastro en campos baldíos en sus ratos libres.
Hoy, construyó estas canchas para darle la posibilidad de jugar a los niños más vulnerables de Ibagué. Aquí además estudian y reciben apoyo nutricional y psicológico.
Después de quedarse en los cuartos de final del pasado Mundial, el próximo reto de Colombia es la Copa América. Y la selección cafetera confía en que James marcará, una vez más, la diferencia.