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Llanto, rabia e insultos en Brasil ante la humillación de Alemania por 7-1

s6v52szwenbqjlitn62lfnx7om.jpg publimetro.pe (PATRIK STOLLARZ/AFP)

En las tribunas del estadio Mineirao en Belo Horizonte (sureste), miles de niños y adultos se enjuagan las lágrimas, el maquillaje mundialista de miles de mejillas arruinado por el llanto. Y antes del fin del partido, comienzan a partir. Ya no aguantan sufrir más, no quieren ver el final.

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“¡Dilma, vete a tomar por c…!”, resuena en las tribunas del estadio mundialista antes del fin del primer tiempo, un grito ya escuchado en la apertura de la Copa del Mundo el 12 de junio en Sao Paulo.

El insulto contra la mandataria, que se juega la reelección en comicios nacionales en tres meses, muestra la tensión social en este país sacudido desde junio de 2013 por grandes protestas callejeras contra el inmenso gasto público en el Mundial y por una mejor salud y educación.

La Seleçao también es abucheada sin parar por la hinchada en el Mineirao, en la mayor derrota de Brasil de su historia junto al 6-0 que Uruguay le aplicó en la Copa América de 1920.

“Masacre”, “vejamen”, “humillación”, “un drama”, “un filme de terror”: los brasileños, con el corazón destrozado, describen así lo que sienten tras el partido.

En medio de un silencio sepulcral en el famoso bar futbolero ‘Sao Cristovao’ de Sao Paulo, un hombre grita con histeria a la pantalla de televisión: “¡Saquen a esa mierda de Julio César!”, en referencia al golero que se comió siete goles alemanes.

“¡Puta! ¿qué es eso, qué pasa?”, grita otro en este bar de Vila Madalena, el barrio bohemio de la mayor ciudad del país.

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Muchos brasileños se tapan el rostro, se miran unos a otros con incredulidad.

“¡Vamos, por favor, hagan alguna cosa! Neymar debe estar vomitando en su casa con este desastre, qué horror!”, dice a la AFP Marina Genova, una brasileña de 54 años.

Neymar, el mayor ídolo de la Seleçao, de 22 años, sufrió una fractura de vértebra lumbar en el partido de cuartos contra Colombia y no pudo jugar este martes.

Bajo lluvia intermitente y un cielo encapotado en Rio de Janeiro, muchos hinchas que asistían al partido en el ‘fan fest’ de la playa de Copacabana se baten en retirada.

“Sin Neymar y sin Thiago Silva [el capitán, que no pudo jugar la semifinal por tener dos cartones amarillos] el equipo es débil. Después del 2-0 ya se acabó”, dijo Bruno Pereira, un vendedor de caipirinhas de 24 años.

Tras el quinto gol, decenas de sillas de playa quedan vacías, abandonadas en medio de decena de tragos sin vender.

Muchos hinchas abandonan también la calle Alzirao, la más decorada de verdeamarelo de todo Rio y donde se realiza desde hace años una especie de ‘fan fest’ del pueblo, con unos 30.000 hinchas en cada partido de Brasil para ver los juegos en una pantalla gigante.

“¡No quiero ver más esto!”, llora Thiago, un joven de 17 años, tras el cuarto gol alemán.

Luego del quinto gol alemán, los hinchas levantan los ojos al cielo, pero sin esperanza alguna.

“¡Este partido es una vergüenza! El esquema táctico de Alemania es perfecto y nosotros no tenemos nada”, se lamenta en la calle Alzirao Karina Marques, una amante del fútbol de 17 años del estado de Santa Catarina (sureste).

Tras el séptimo gol, promete nuevas protestas callejeras. “¡Es un desastre! Será el caos. Las personas van a romper todo. El gobierno ha gastado mucho dinero en este Mundial, en lugar de invertirlo en salud y educación”, afirma.

En un asentamiento irregular de trabajadores sin techo a unos 40 km de Brasilia, reina la incredulidad ante la goleada alemana. Al cuarto gol una mujer sale llorando de la barraca de madera donde está viendo el partido.

“Para qué gastar tanto (en estadios) para ganar nada”, dice María José Costa Almeida, de 35 años.

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