El tema favorito de todo periodista que cubre un torneo como la Eurocopa es el sexo. El sexo hace que la gente haga cosas que usualmente no hace, como por ejemplo, querido lector, que estés leyendo esta nota. Así que nosotros, al igual que otros profesionales, usamos el sexo para atraer la atención.
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Hace días, la prensa creó una atmósfera de Juicio Final haciendo parecer que se venía una catástrofe: ‘El boom sexual acecha la Euro’, luego se le añadió más drama: ‘Euro amenazada por el sexo, la prostitución y el sida’, para terminar con algo épico: ‘Euro: sexo, prostitución, sida, alcohol y Cristiano Ronaldo’.
No nos culpen. Solo asumimos que cuando un millón de hinchas (la mayoría hombres y borrachos) llegan a un lugar se incrementa la actividad sexual.
Quienes regentan la industria del sexo en Ucrania y Polonia pensaban igual. La prensa local reportó una alerta roja en las agencias de damas de compañía que contrataron masivamente a prostitutas.
‘He trabajado por 12 años en este negocio y no he visto nada nuevo ni especial’, dice Tomasz Malkuszewski, director de Comité Social por el Sida, entidad que previene a las prostitutas del VIH en Varsovia. ‘La influencia de la Euro en la industria sexual es menor a lo esperada, no hay más clientes’, añade.
‘La verdad, no hemos visto ningún boom sexual como se predijo’, asegura Marcin Torz, un periodista de la Gazeta de Breslavia en Polonia. ‘Lo que sí aumentó son los anuncios de sexo en las calles’, agrega.
‘Es difícil decir si ha habido algún cambio porque la Euro aún no termina, pero no hemos recibido más alertas que las usuales’, dice Joanna Garnier de la fundación La Strada, ONG que hace años lucha contra el tráfico de mujeres.
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Un taxista polaco me confirma esta poca acogida. Pero me cuenta una anécdota de tres hinchas rusos que le pagaron US$500 por llevarlos a un prostíbulo, esperarlos y regresarlos. ¡Eso es la mitad del salario mínimo en Breslavia! Otro taxista me dice que los hinchas extranjeros prefieren ir a ver bailarinas en lugar de pagar por sexo.
Pero, ¿por qué no hay clientes en los prostíbulos? ‘Estos eventos se han vuelto más familiares. Y se hacen grandes campañas de prevención del sida’, explica Malkuszewski.
Cuando le pregunto a unos hinchas en el bar, me dicen: ‘¿Pagar por sexo? ¿Por qué hacer eso? Solo mira alrededor’, dice Simon, un inglés que ya ha bebido bastante. Cuando miro, veo que la mayoría están acompañados. Y hay otras chicas mirando curiosas a los hinchas ingleses. ‘¿Sexo? Por qué no, pero ¿para qué pagar por algo que puedes tener gratis?’, dice Simon sonriendo, casi sin acordarse de la derrota de su equipo ante Italia.