Los germanos del Bayern de Munich no concebían que, siendo los primeros locales en toda la historia de las finales de la Champions, dejarían pasar la oportunidad de consagrarse como los nuevos monarcas. Pasó. Se les cayó la fiesta y, lo peor de todo, es que tuvieron que asistir a ella.
Recién a la 1.30 de la madrugada, por el alargue y los penales que retrasaron la definición, llegaron los comensales. Entre ellos estaban Arjen Robben, que desperdició una pena máxima en el alargue, Franck Ribery, Mario Gomez y todos los demás integrantes del plantel, del cuerpo técnico y la dirigencia del club.
