Por Carlos Espinoza
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La muerte para nosotros sería parecida a la vida, ‘pero más liviana’. Habría que emprender un viaje ascendente con la esperanza de encontrar a los seres queridos que ya partieron. Tendrías que dejar el lugar donde viviste y despedirte de la ciudad para siempre. Caminarías hacia las zonas altas. Sin buses ni trenes, te tocaría andar por La Molina, Ate, Chosica hasta alejarte de la urbe, las zonas alumbradas y la carretera. Entre rocas y arbustos, sería de noche y sentirías temor a cualquier ruido o algún indicio de seres condenados con forma de espectros de la mitología andina que querrán hacerte daño, comerte o desbarrancarte. Si tus Dioses lo permiten, encontrarás el punto donde parten dos caminos: uno que sube hasta los cielos y quizá más allá (Janaq Pacha o ‘Región Alta’) y otro que penetra la montaña y desciende hasta el mundo de abajo (Ukhu Pacha o ‘Interior de la Tierra’). Hay un tercer camino al medio que no tomarás, ‘por ahí van los que tienen creencia en dioses cristianos’ y nadie sabrá decirte hacia dónde lleva.
Un viaje similar realiza Rosa Wanka en la novela Rosa Cuchillo (1997), del ancashino Óscar Colchado Lucio. La protagonista murió de pena tras el fallecimiento de su hijo Liborio, quien por amor a una mujer terminó uniéndose a Sendero Luminoso y perdió la vida despedazado con granadas. En el otro mundo, Rosa espera encontrar a Liborio e inicia el viaje sin tener claro a dónde ir. A orillas de las aguas negras del Wañuy Mayu, río que separa a los vivos de los muertos, encuentra a ‘Wayra’, un perro negro que tuvo cuando era una joven pastora. El animal le habla, ‘sus palabras parecían ladridos, pero se entendía’. La estaba esperando y está ahí para cuidarla y guiarla hasta el Auquimarca, donde recibirá más instrucciones.
Distinto es el otro mundo para los descendientes de aztecas. Según la película animada Coco (2017), producida por Pixar y dirigida por Lee Unkrich, la conexión con el otro mundo es a través de varios puentes de hojas de árboles. Miguel, un niño que ama la música mexicana, discute con su familia porque que no le permiten tocar ningún instrumento ni cantar. En el Día de los Muertos , para poder participar en un concurso de música, Miguel roba la guitarra del sepulcro de Ernesto de la Cruz, un famoso compositor y actor de cine al que admira. Quitarle una ofrenda a un muerto en lugar de ofrecerla lo transforma. Ahora, Miguel solo puede ser visto y comunicarse con los muertos que aquel día visitan la Tierra y tendrá que ir al otro mundo para encontrar el modo de romper el hechizo. ‘Dante’, su perro en el mundo de los vivos, también puede verlo y lo acompañará en el viaje.
Bajo esta lógica, si eres peruano y dejas esta vida, al llegar al otro mundo te estará esperando el perro de pelaje más oscuro de los que alguna vez criaste estando vivo, lo abrazarás, conversarán y subirán juntos las montañas. Si nunca tuviste un perro, te tocará ascender solo y sin guías. De un modo similar, en el universo de film Coco, el camino hacia el mundo de los muertos es mejor con una mascota. Si Rosa tiene a ‘Wayra’, Miguel será acompañado por ‘Dante’, un can sin pelo de raza xoloitzcuintle que vive en la calle, pero que el niño cría como suyo. ‘Si bautizas a un perro de la calle te va a seguir por siempre’, le dice a Miguel su abuela. Por eso ‘Dante’ sigue al niño hasta el otro mundo.
Aunque ambos guías, el perro mexicano y el peruano, continúen teniendo su forma animal en el más allá, hay que tener en cuenta sus señales, podrían ser seres extraordinarios en la tierra de los muertos.
La muerte
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En Rosa Cuchillo, cuando alguien agoniza, su alma eterna, dormida en el otro mundo, baja a la Tierra para encontrarse con su cuerpo, despedirlo y reiniciar el camino al encuentro con Dios y los seres queridos. En el recorrido es fácil hallar almas pecadoras que tienen forma de bestias , como las ‘jarjachas’ (animales con aspecto de llama y cabeza humana que en vida cometieron incesto). Estos seres buscan almas buenas para devorarlas o desbarrancarlas. De esa manera convierten a sus víctimas en bestias o nuevas ‘jarjachas’ y ellos consiguen salvarse transformándose en aves que volarán hacia la ‘región azul’. Un modo de neutralizar a los condenados es con la música. Rosa se topa con el alma de un violinista que descendía a la Tierra al encuentro de su cuerpo y este la ayuda a controlar a una ‘jarjacha’. Toca un carnaval ayacuchano y la bestia no puede resistir el ritmo estimulante, el cuerpo del animal baila, sigue al músico y deja a Rosa en paz. Los espíritus que no logran redimirse luego de un tiempo se transparentan, se hacen más débiles y terminan desapareciendo.
En el universo de Coco, tras morir, pasas al otro mundo en forma de esqueleto cruzando alguno de los puentes de hojas secas que se conectan con pirámides aztecas (algo mayas): el punto de inicio de una montaña de casas superpuestas y habitadas por los muertos. Aunque el cuerpo se reduce al esqueleto, no pierde la sensibilidad humana. La edad con la que uno muere es la misma con la que mora en el otro mundo: la abuela Coco fallece anciana y aparece anciana en el más allá. Los muertos cuentan con la protección de sus alebrijes, criaturas mágicas que son la mezcla de varios animales y que guían a sus amos. En la tierra de los difuntos también hay una estructura social pero es dependiente del mundo de los vivos: hay una economía del recuerdo sustentada por los homenajes o evocaciones que los vivos tienen de sus muertos. Los más recordados, como De la Cruz, tendrán un mayor estatus y los olvidados desaparecerán para siempre incluso en el mundo de los muertos.
El conflicto
En Coco, Miguel se rebela a la prohibición de su familia de que ninguno de sus miembros sea músico: odian ese oficio porque creen que el padre de la abuela Coco la abandonó cuando era niña por el deseo de fama. Pero a Miguel le gusta la música y alimenta ese deseo en un cuarto secreto lleno de imágenes de Ernesto de la Cruz, el cantante y actor de cine mexicano fallecido al que Miguel sigue como modelo. Incluso estado en el otro mundo Miguel tiene que desobedecer a sus familiares muertos, quienes son los únicos que pueden liberarlo del hechizo para que regrese a la Tierra. Miguel creerá que De la Cruz también es su pariente, pero al encontrarlo descubrirá que solo es un farsante, además de aprender lecciones como el valor de la familia y el peligro de los vicios de la fama.
En Rosa Cuchillo, el que se rebela es Liborio, hijo de Rosa y quien, sin desearlo del todo, ingresa a las filas de Sendero Luminoso. Lo rebautizan como Túpac y se esconde en las montañas. Participa de los atentados contra los militares y escucha los argumentos de la ‘guerra popular’, pero algo no está bien: los senderistas quieren acabar con las costumbres andinas y extirparles la creencia en sus dioses ‘para que pongan más empeño en la revolución’, dicen. ‘Solo que esta revolución era de mistis (sujetos no indígenas) y no de naturales’, concluye Liborio al darse cuenta que la revolución de Sendero no es la suya, pero ya es muy tarde, será capturado por los militares, golpeado y llevado un paraje remoto donde morirá ejecutado con granadas.
Segunda oportunidad
En Coco, Miguel enfrenta a De la Cruz y con ayuda de su familia y su perro ‘Dante’ (que termina convirtiéndose en un mágico alebrije), lo vence, rompe el hechizo que lo tenía atrapado en el mundo de los muertos y reaparece en este mundo como despertando de un sueño… y quizá todo solo fue un sueño. Pero Miguel ha aprendido que su deseo por la música no debe alejarlo de sus seres queridos y está de vuelta en la Tierra por su segunda oportunidad.
En la otra historia, luego de transitar por lugares hostiles del otro mundo, Rosa consigue ascender hasta el Janaq Pacha y con la ayuda de su perro ‘Wayra’ cruza las aguas lechosas del Yacu Mama (vía láctea) por un puente ‘del grosor de un cabello’. Rosa rejuvenece y su cuerpo se ‘llena de lozanía’. Vuelve a ser lo que en verdad era: la bellísima diosa Cavillaca. Ahora recuerda que le había pedido a Wari Wirakocha (Hacedor del Mundo) vivir una temporada en Tierra como simple mortal y olvidando que era una deidad. ‘Wayra’ también era una divinidad, era el Dios viento que por azar ‘le tocó nacer como un perro’ y ser la mascota de Rosa en la Tierra. Rosa, que ahora es Cavillaca, logra encontrar a Liborio, quien le revela que es hijo del Dios Wamani y que descenderá una vez más a la Tierra reencarnado en otro hombre ‘para ordenar el mundo’ gobernado por mistis.
Y quizá tú también seas un Dios viento o Dios montaña; un Huascarán, un Salkantay o un San Cristóbal soñando un mundo en el que eres el personaje principal atrapado en una narrativa dentro de otra… como algún episodio de la serie Black Mirror.
Trailer de Coco
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