Si eres un potencial voluntario y aún te encuentras buscando qué causa apoyar, la Gran Biblioteca Pública de Lima necesita interesados en donar su capacidad visual y voz a quienes padecen ceguera y requieren de alguien para acceder a materiales diversos que les permitan postular a la universidad, emprender un pequeño negocio o aprender nuevas canciones para un próximo espectáculo.
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Rosa Yataco, encargada de la sala Delfina Otero Villarán, manifiesta que se requiere apoyo de todo tipo: Desde revisar textos escaneados que luego se imprimirán en braille, hasta quienes hagan una lectura hablada de textos frente a los propios usuarios con discapacidad visual.
‘La prioridad es siempre atender a quienes están presentes’, afirma en medio de la gran aula que se va llenando lentamente.
La visitan diariamente unos 40 ‘lectores’. Los hay completamente ciegos y otros con escasa visión; universitarios y profesionales, artistas, cantantes, escolares y hasta amas de casa que llegan con sus hijos, invidentes o no, en busca de ayuda para resolver las tareas del colegio.
Estamos en la cuadra cuatro de la avenida Abancay, pero el ruido aquí es casi imperceptible. Los usuarios son asistidos desde su llegada para ubicarlos frente a alguna de las 15 computadoras con lector de pantalla NVDA (voz artificial), los cuatro magnificadores de texto para quienes tienen visión disminuida o las mesas acondicionadas para lectura en braille.
‘Tenemos un promedio de 600 obras en tres formatos: braille, libro digital y libro hablado’, detalla la bibliotecóloga, destacando que el 80 % ha sido confeccionado por ellos mismos. Solo don Rigoberto Camargo Alfaro, uno de los fundadores de la sala hace 18 años, elaboró 50 libros.
Cuenta que perdió la visión tras la explosión de un coche bomba cuando regresaba del Callao a su casa. Él trabajaba como vigilante en la Biblioteca y tras quedar ciego -como buen fondista que es- no se amilanó por estas circunstancias y aprendió braille. Elaboró todas esas obras con ayuda de su vieja máquina de escribir en braille y ahora es uno de los más entusiastas servidores de la sala.
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‘Ahora hay más demanda de libros y sin la colaboración de los voluntarios no podríamos atender a todos. Lo que más necesitamos es que nos ayuden a corregir digitalmente los textos para luego convertirlos a audio o imprimirlos en braille’, relata.
La Sala cuenta, justamente, con una impresora en este sistema a disposición de los usuarios. Solo deben traer las hojas a emplear de tamaño A4. Gracias a este equipo se pueden llevar libros completos en cuestión de minutos u horas. Sin ella solo podían ‘imprimir’ de tres a cuatro libros al año. ‘Esta no contamina ni gasta nada, porque solo hace huequitos’, afirman.
Cuentos antes de dormir
El acervo bibliográfico de la sala está compuesto en su mayoría por obras de literatura, terapia física, lenguaje, historia del Perú, música, entre otros temas. Pero se necesita mucho más y Luis Antonio Quispe lo sabe.
Apenas tiene dos días como voluntario y ya se maneja con gran destreza en el salón, moviéndose al ritmo de sus requerimientos. Lo encontramos editando textos frente a las computadora y minutos después atendiendo a los visitantes, buscando en la computadora la información que ellos requieren, colocándoles los audífonos para escuchar los libros digitales y luego volver a la edición de textos.
‘Tenemos un programa que convierte el texto escaneado a word, pero siempre hay que revisarlo porque aparecen inconsistencias y es allí donde el voluntario entra a tallar para editar porque una ‘c’ se confunde con una ‘e’ y al momento de transformar el texto en audio se puede escuchar mal. Por eso es importante hacer una buena edición’, explica.
Él buscaba hacer voluntariado y al enterarse de que la universidad donde estudia -San Marcos- tiene un convenio con la Gran Biblioteca Pública de Lima, en el marco de la responsabilidad social, no lo dudó y se puso al servicio de la sala.
‘Las solicitudes de los usuarios son diversas. Algunos quieren que los ayudemos con trámites como comprar un pasaje aéreo o conseguir un certificado. Vemos siempre cómo los ayudamos. Es muy satisfactorio estar aquí’, comentó.
De ese mismo modo se siente Gianina Benites, estudiante del sexto ciclo de Contabilidad, también de la Decana de América. Recuerda que una vez una señora le pidió descargar una serie de obras habladas.
‘Llegó con su lista y su dispositivo de MP3. Buscaba El caballero Carmelo, El hombre invisible, Aves sin nido, Paco Yunque. Me comentó que las escuchaba con sus hijos antes de dormir y luego les preguntaba sobre las obras. Decía que era para aprender un poco de cultura con ellos. Ninguno de sus cuatro hijos tenía ceguera’.
Además de corregir los textos para impresión como lo hace Luis Antonio, también ha recibido pedidos más personalizados como el de un profesor de colegio, que ocurrió hace poco.
‘Me pidió grabar con mi voz lo que estaba en un libro de historia de la Segunda Guerra Mundial. El vino con su propia grabadora. Fue bonito, porque sientes que estás aportando a la sociedad y ayudas a que otras personas accedan a material que de otra manera les resultaría imposible’, relató.
Tu voz existe
Rosa Yataco explica que si bien, gracias a la tecnología, ahora es muy fácil transformar las letras de un libro en audio, hay ocasiones en que se necesita la voz humana. Esto ocurre cuando la obra está muy deteriorada y no hay manera de escanearla. O cuando los usuarios requieren de una mejor lectura, con inflexiones de voz y pausas, como lo haría quien puede ver.
‘Necesitan lectura en voz humana cuando se trata de obras literarias. Si la persona estudia Derecho y busca el Código Penal, lo quiere tener rápido, no importa si es en voz humana o voz sintética. Sin embargo, cuando es una obra literaria, quieren darse un poco más de tiempo para escucharla con calma, porque la voz humana posee calidez, tiene pausas y entonación’.
Debido a la gran cantidad de pedidos en la sala, los interesados en ayudar con la grabación de obras en voz humana pueden hacer esta tarea desde sus casas. Previamente deben comunicarse con la oficina para saber qué tipo de obras se han solicitado, porque los intereses de los usuarios son muy variados, como el caso de Bryan Vidalón.
De 31 años, Bryan es un emprendedor de sonrisa inagotable. Extrovertido y curioso, perdió la vista a los 8 años debido a un glaucoma congénito. Ha terminado dos carreras: Computación e Informática, así como Administración y Marketing. Ahora es un emprendedor en el campo del merchandising.
‘Vengo a la sala desde el 2009 y es así como conocí a Rosita, a Camargo, a los antiguos voluntarios. Me ha servido mucho. Si no fuera por la sala de invidentes no habría tenido el espacio ni el tiempo para llevar a cabo mis trabajos de investigación. A veces me daban tiempo extra para hacer mi tesis. Los voluntarios que prestan su ayuda solidariamente, lo son todo…’.
Recuerda que en su época estudiantil muchos lo ayudaron grabando las separatas de sus amigos ‘en casetes, porque en ese tiempo no existía el MP3.
‘Es así como repasaba cuando iba a dar examen o si no lo transcribían al braille. Yo siempre invito a todos a la Biblioteca Nacional a la sala de invidentes Delfina Otero Villarán, donde tanto los voluntarios como los encargados les van a dar una atención de primera, donde recibirán la mejor ayuda posible’, comentó.
Si tras leer estas interesantes historias te animas a sumarte al grupo de cuatro voluntarios que apoyan en la sala -abierta de lunes a domingo de 10:00 a 17:00 horas- escribe a rosa.yataco@bnp.gob.pe o comunícate al 513-6900, anexo 7608.
‘Solo se requiere tener voluntad de ayudar y de preferencia ser mayores de 15 años. De su capacitación nos encargamos nosotros’, sostuvo Yataco, confiada en que pronto recibirán buenas noticias.
Agencia Andina
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