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‘El rap de Toledo’, por Verónica Klingenberger

“Fuimos testigos de su complicidad con Eliane cuando todos creían que se detestaban en privado. Pasaron caminando por la orilla, iban de la mano. Ahora entiendo que la conexión que mostraban no era afecto”.

POR VERÓNICA KLINGENBERGER

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Periodista

@vklingenberger

A pesar de las tempranas muestras de decadencia que tuvo, debo confesar que alguna vez sentí simpatía por Alejandro Toledo. Incluso, con un grupo de amigos periodistas[1] -en esos años borrosos en los que trabajaba en Caretas- llegamos a componer un pegajoso rap en su honor, en un momento en el que el candidato a la presidencia era detestado por la clase pituca-empresarial básicamente por dos motivos: 1) Ser cholo. 2) Aprovechar el levantamiento contra la dictadura de su ídolo, el dictador Alberto Fujimori, y asumir el liderazgo con vincha y varayoc en mano. De hecho, la primera estrofa del rap era una joda, en plan desafiante y muy coyuntural, para esos que exhibían esa insufrible calcomanía de ‘No lo Toledo’ en sus 4×4. Decía con tonadilla a lo Molotov: ‘¡Yo no voy a hacerme! / ¡El ADN! / Porque Eliane me la saca / ¡En canal N! / A Alvarito / A Jaimito / A todos los blanquitos / Les digo / Les digo / ¡Yo soy el elegido! / De Harvard / O Cabana / ¡Es la misma macana! / Ni de a vainas / Ni lo piensen / ¡Me sacan de mi campaña!’.

Alejandro Toledo era la versión local del sueño americano y todo lo que muchos peruanos creíamos necesitar. Un hábil economista que provenía de una familia de campesinos (fue el octavo hijo de 16, de los cuales solo sobrevivieron nueve hermanos debido a la extrema pobreza) y que, por su habilidad matemática, pudo estudiar becado en la Universidad de San Francisco y obtener luego dos maestrías en Stanford. Fue el lustrabotas que se convirtió en consultor y asesor del BCR, del Ministerio de Trabajo, del BID y del Banco Mundial. Hoy, en su versión más amable, es apenas el protagonista de un ridículo meme en el que cruza desorientado por el encuadre. En su versión más popular es el borracho putañero e impuntual que resume todos nuestros miedos y complejos, el caradura que es capaz de contestarle en vivo por RPP para decir que no está. Sin edulcorantes es tan solo otro presidente corrupto (¡uno más!) que acaba de ser detenido en Estados Unidos por coimas de más de 20 millones de dólares.

Algunos años después de que compusimos el rap, por el 2002, 2003, cuando Toledo ya era presidente, me lo crucé en Punta Sal, playa a la que solía escapar siempre junto a sus rufianes para poner las barbas y el hígado en remojo. Recuerdo que era el último día del año y que por casualidad alquilamos una cabañita que tenía como vista lateral el helipuerto del jefe de Estado. Nos tomamos fotos en su helicóptero (nadie lo custodiaba) y luego, por la tarde, lo abordamos en la playa y le pedimos posar junto a nosotros con el Pacífico de fondo. Estaba en ropa de baño y llevaba solo una toalla sobre los hombros. Aceptó encantado y frente al lente susurró entre dientes como si fuera ese tío cool que sabe pasarla bien pero que igual se preocupa por sus sobrinos: ‘Pásenlo bien esta noche, chicos, y no tomen demasiado’. Nos reímos de lo evidente. Más tarde, después de las 12, sentados en la orilla de la playa del famoso hotel de Punta Sal, fuimos testigos de su complicidad con Eliane cuando todos creían que se detestaban en privado. Pasaron caminando por la orilla, iban de la mano y discutían algo que no llegamos a escuchar. Ahora entiendo que la conexión que mostraban no era afecto. Solo se trataba de dos delincuentes negociando un nuevo atraco. Las huellas, pensarían, las borraría el mar. No fue así. Ojalá que los que vengan pongan en práctica el estribillo de su rap, que no era otra cosa que una frase que el mismo Toledo repetía por entonces: ‘Pensar país / Pensar país / Hay que poner al Perú a trabajar’.

[1] Mis queridos Teresina Muñoz Najar, Luis Aguirre y Fernando Vivas, quien recibió una grabación de la canción por su cumpleaños y la perdió para siempre en un descuido imperdonable.

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