Bryant Neal Viñas, primer norteamericano en unirse a las filas de Al Qaeda tras el 11 de septiembre del 2001, se expresó por primera vez sobre su antigua vida de “terrorista”, que definió como un aburrimiento increíble.
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El hombre que fue detenido en Pakistán, juzgado en Estados Unidos y recientemente liberado, Neal Viñas reservó su primera entrevista a __CTC Sentinel, la revista mensual del Centro de Lucha contra el Terrorismo de la Academia Militar estadounidense.
“Era de un aburrimiento increíble”, afirma sobre la vida en los campos de entrenamiento de Al Qaeda, en la zona paquistano-afgana. “Hay días en que no se hace absolutamente nada. La mayoría de los tipos de Al Qaeda se quejan sobre todo de la inactividad. Había pocas operaciones e incluso cuando las había, no era gran cosa”.
“Vivíamos en casas de tapia, la comida era mala”, afirma. “Arroz, sopa de patata, sopa de quingombó. Los árabes ricos podían comprar cabras, ovejas, pollos, pero eso era el colmo del exotismo”.
Neal Viñas, que creció en Long Island, Nueva York, se enroló en el ejército estadounidense justo después de los atentados del 11 de setiembre. Pero fue expulsado varias semanas después, por “fracaso en la adaptación a la vida militar”.
Por ello, toma un rumbo diferente. Se convierte, escucha sermones antinorteamericanos del predicador estadounidense-yemenita Anwar al Awlaki y decide unirse, en la zona paquistano-afgana, a un grupo combatiente sunita.
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Su trayectoria, estudiada de cerca por los servicios de inteligencia estadounidenses con los que coopera plenamente desde su arresto en Pakistán en 2008, revela hasta qué punto el azar desempeña un papel determinante.
Debido a encuentros fortuitos, en mezquitas o madrasas, pasa de un grupo a otro, conoce a miembros importantes de la red fundada por Osama bin Laden, sin saber quiénes son realmente, hasta finalizar en un grupo del que se le informa días después que se trata de Al Qaeda.
“Nunca tuve que someterme a rituales o exámenes para ser admitido”, afirmó. “Bastaba con que alguien se ofreciera como garante. En mi caso era Haji Sabr, un viejo tunecino”.
Con un alto dirigente de Al Qaeda, barajó un complot contra un tren regional en Long Island, pero rechazó participar. “Que yo sepa, nunca se empezó a organizar” ese acto.
En octubre de 2008, harto del aburrimiento, volvió a Pakistán para “tratar de hallar una mujer en Peshawar”. Fue detenido por la policía paquistaní, que lo entregó a Estados Unidos.
Fuente: AFP
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