¿Se han preguntado qué hace que los fuegos artificiales sean tan impresionantes? No hay quien no se quede hipnotizado ante tantas explosiones y luces brillantes en un cielo oscuro, casi siempre en grandes eventos como Año Nuevo, Navidad o fiestas locales de gran envergadura.
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La razón más sencilla que se nos viene a la cabeza es pensar que nos gusta porque sí, por simple deleite visual. Sin embargo, hay algo oscuro detrás de tanta admiración a los juegos pirotécnicos.
DISFRUTANDO EL MIEDO
El investigador Daniel Glaser, neurocientífico y director de la Galería de Ciencias del King’s College de Londres, llegó a la conclusión que nos gusta los fuegos artificiales porque nos asustan.
Sucede que las luces de los fuegos artificiales activan en nuestro cerebro la amígdala, responsable de detectar el miedo y preparar el organismo en alguna eventualidad de emergencia. Cuando escuchamos el estallido, el cerebro libera dopamina, sustancia química que regula el placer.
Cabe precisar que el miedo originado por los fuegos artificiales se diferencia a cualquier otro tipo de miedo en la seguridad que siente el espectador. Es decir, nuestro organismo disfruta del temor cuando se trata de riesgos controlados. El estallido y las luces en el cielo nos atemorizan, pero al saber que estamos a salvo, podemos disfrutar del espectáculo que entro contexto puede resultar horroroso.
DURA POCO Y SIEMPRE ES ÚNICO
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A esto hay que sumar la fugacidad y la novedad espectáculo. Los fuegos artificiales requieren de nuestra atención, debido a que las luces, los colores y las formas tienen una corta duración en el cielo oscuro. Esto incrementa a su vez la sensación de temor y posterior placer.
La novedad es a partir que no todos los fuegos artificiales son iguales. Hay shows pirotécnicos que varían en intensidad, color y calidad de la explosión.
Los fuegos artificiales es una mezcla de placer y terror, un espectáculo que observamos desde la seguridad de nuestro asiento en medio de oleadas de dopamina en el cerebro. Resulta hasta poético.
Por André Suárez del blog No hablemos de cosas tristes
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