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Jorge Sánchez Herrera – Nómena ArquitecturaArquitecto/Urbanistajorge@nomena-arquitectos.com
Un reportaje muestra las penurias que pasan los vecinos de los nuevos edificios que se construyen en la comuna de Estación Central, en Santiago de Chile. Los habitantes de los más de 600 departamentos que contiene una de estas torres, forman colas de hasta media hora para volver a sus departamentos cada noche. Los vecinos, muchos de ellos inquilinos, se quejan de los ascensores malogrados. El reportero ve pasar un mar de gente que prefiere las escaleras. Unos van al piso 8, otros al 15. Un señor, empapado, va hasta el último piso, el 30. Algunos han comenzado a llamarlos ‘guetos verticales’
Uno ve videos de estas moles y parece estar viendo una parte de Koyaanisqatsi, documental de 1982 que muestra los momentos finales de Pruitt-Igoe, tristemente célebre conjunto habitacional construido a mediados de los años 50 en Misuri (medio oeste de Estados Unidos). Pruitt-Igoe fue construido para reemplazar un barrio marginal y peligroso de San Luis por vivienda pública de alta densidad, rodeada de jardines y servicios complementarios. Pero el remedio fue peor que la enfermedad.
Los 33 edificios de once pisos nunca fueron totalmente habitados y sus ocupantes fueron, homogé- neamente, de muy bajos recursos. Con el tiempo, los ascensores dejaron de funcionar y los largos corredores de acceso se convirtieron en tierra de nadie. Solo quince años después comenzó su demolición.
Va un detalle. El diseñador fue el buen arquitecto Minoru Yamasaki, el mismo autor de las también demolidas Torres Gemelas de Nueva York. Triste récord el suyo. Aunque dicen que su oficina tuvo poca influencia en el diseño final de Pruitt-Igoe. Su proyecto inicial, con torres de distintos niveles, había sido descartado por la Autoridad de Vivienda de San Luis, aduciendo temas de costos.
Uno ve las fotos del presidente Martín Vizcarra en su reciente visita a la Villa Panamericana, delante de esos edificios de veinte pisos aún en construcción, y parece estar viendo una parte de Koyaanisqatsi. Porque no es tan difícil presagiar el futuro. Son más de mil departamentos del mismo tamaño, por tanto, para una población socioeconómicamente homogénea en Villa El Salvador. Distribuidos en edificios de 20 pisos con todos los problemas de acceso y mantenimiento que eso implica. Un enclave (los promotores aquí los llaman conjuntos habitacionales) al que le será muy difícil integrarse con el resto de la ciudad.
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Uno escucha al presidente del COPAL (Comité Organizador de los Juegos Panamericanos de Lima), Carlos Neuhaus, decir que estamos ahorrando al hacer menos torres, pero más altas, y se acuerda de la Autoridad de Vivienda de San Luis. Uno lo escucha decir que quieren hacer ‘algo tipo San Felipe’, sin mayor análisis de por qué la residencial de Jesús María sí funciona, y se pregunta si han revisado un poco la historia.
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