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‘Despacio, que tengo prisa’, por Jorge Sánchez Herrera

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Jorge Sánchez Herrera – Nómena ArquitecturaArquitecto/Urbanista jorge@nomena-arquitectos.com

De vez en cuando veo en las calles letreros puestos por las municipalidades que, con mucho orgullo, anuncian un próximo semáforo en alguna intersección. Como los limeños que manejamos somos unos bebés incapaces de ponernos de acuerdo sobre quién tiene la preferencia de pase, pensarán o ¿sabrán? que nos tienen que resolver el problema con un semáforo o rompemuelles.

‘Si tratas a las personas como idiotas, se comportarán como idiotas’, solía decir el ingeniero de tráfico Hans Monderman, promotor del concepto de Espacio Compartido en las calles, que busca reducir la cantidad de semáforos, así como las separaciones que dividen las calles entre peatones, ciclistas y autos.

El concepto de Espacio Compartido está basado en la teoría de la compensación de riesgo, que sostiene que todos adaptamos nuestro comportamiento al nivel de riesgo que percibimos.

La ausencia de regulaciones en el tráfico obliga a conductores, ciclistas y peatones a tener un comportamiento social más responsable. ‘Mientras más recetas, menor será nuestro sentido de responsabilidad personal. (…) Cuando no sabes exactamente quién tiene el derecho de pase, tiendes a buscar contacto visual con los otros usuarios de la vía; automáticamente reduces tu velocidad y tienes mayor cuidado’, sostenía Monderman.

Estudios hechos en calles rediseñadas bajo estos principios indican que el tráfico se ha vuelto más fluido y como consecuencia ha disminuido la contaminación. Incluso, aunque usted no lo crea, los accidentes de tránsito también se han reducido.

A comienzos de año, París anunció una política de reducción de semáforos, reemplazándolos por intersecciones de vías preferenciales, calles con límites de velocidad conocidos como Zonas 30 (estrategia que ya ha comenzado a implementar San Isidro en calles como Libertadores) y, en algunos casos, pequeños óvalos.

La capital ha tomado como referencia políticas que ya han comenzado a tener éxito en otras ciudades francesas como Burdeos, que descubrió que sus intersecciones con mayor tasa de accidentes coincidían en ser casi todas semaforizadas.

París, donde mueren 150 personas al año en intersecciones, espera que esta nueva política obligue a los conductores a prestar más atención a aquellos otros usuarios de las calles (peatones, ciclistas y otros conductores) en lugar de enfocarse en el cambio de luz. Para el próximo año, esperan haber retirado semáforos de 200 intersecciones.

Resulta gracioso que otras ciudades estén aplicando políticas ‘anárquicas’ de reducción de intervención estatal en favor del empoderamiento social de sus ciudadanos, es decir, de la construcción de ciudadanía. Mientras tanto, aquí pareciera que lo que necesitamos a gritos es un papá que nos diga, con un buen rompemuelles, que no podemos comportarnos como idiotas en público.

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