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Jorge Sánchez Herrera – Nómena ArquitecturaArquitecto/Urbanista jorge@nomena-arquitectos.com
No, no voy contarles sobre el anunciado subsidio del Ministerio de Vivienda; aún sabemos poco para opinar. Pero el título de la noticia me trajo el recuerdo de una historia muy particular… la del sistema de vivienda social en Singapur.
En 1959, luego de su independencia de los ingleses, Lee Kuan Yew, primer ministro de Singapur hasta 1990, se propuso transformar la ciudad-estado. Solo una década antes, la economía estaba por los suelos y el Comité de Vivienda Británico había alertado sobre la precariedad de sus barriadas. Para revertir la situación, Lee creó la Junta de Vivienda y Planeamiento (HDB por sus siglas en inglés). A diferencia de otros gobiernos del tercer mundo, para Lee el crecimiento económico estaba íntimamente ligado con la vivienda social.
Singapur creció hasta convertirse en un paraíso del comercio mundial, en parte por sus bajas tasas de impuestos, casi nula corrupción, ubicación e infraestructura. A la par, logró que más del 80% de sus ciudadanos vivan en departamentos desarrollados por la HDB, la mayoría de ellos como propietarios. Pero, ¿cómo lo hacen? ¿Cuál es el negocio?
Singapur es un coctel muy extraño que se prepara con media medida de libre mercado y media de estricto control gubernamental. Para el arquitecto Rem Koolhaas, autor de Singapore Songlines: ‘(…) si existe el caos, es un caos creado; si existe lo feo, es una fealdad diseñada; si es absurdo, es absurdo porque así lo quieren’.
Tirar basura o escupir en la calle, hacer grafitis y hasta mascar chicle en público está prohibido. Singapur tiene un muy estricto -y bizarro- sistema de control sobre su población, con castigos que van desde los azotes hasta la pena de muerte. En esta línea, el sistema de vivienda es también una forma de control del gobierno que ayuda a moldear su idea sobre cómo debe vivir la población.
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Por ejemplo, solo pueden acceder a uno de los subsidiados departamentos de la HDB parejas casadas o solteros que hayan sobrepasado los 35 años. Como el matrimonio gay es ilegal, las parejas del mismo sexo comparten situación con los solteros. Comprar un departamento desarrollado por privados es la otra opción, pero su costo puede llegar a ser hasta tres veces mayor.
Si bien Singapur es hoy una ciudad internacional, su base poblacional es un crisol de chinos, malayos e indios. Sus políticas de vivienda están orientadas a evitar la segregación racial y/o la constitución de enclaves étnicos o guetos, mediante el cumplimiento de cuotas de etnia por edificio o barrio. Las políticas de desarraigo calzaban perfectamente con las ideas de renovación urbana de Lee Kuan Yew. Lazos familiares, tradiciones y hasta lenguas (el inglés es el lenguaje oficial en colegios) debían ser sometidos en favor de un ‘objetivo común’.
Sus políticas de bajos impuestos adquieren sentido con los incentivos del gobierno sobre la vivienda, que aspira a que la totalidad de su población tenga un departamento, además de ahorros, cuando se retire. Esto, sumado a los descuentos que obtienen las parejas jóvenes si deciden comprar un departamento cerca al de sus padres (con el objetivo de promover su cuidado), reduce la carga que la población mayor representaría para el Estado.
Parafraseando a Koolhaas, es difícil entender hasta qué punto esta inusual cohesión de sus habitantes es algo impuesto o más bien el resultado de un contrato social: la suspensión de libertades a cambio del sinfín de beneficios que tiene ser considerado uno de los cuatro dragones de Asia.
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