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Tiburones y rayas enfrentan nuevos peligros en aguas venezolanas

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Fuente: Mongabay Latam / Autor: Jeanfreddy Gutiérrez Torres

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El 6 de enero de 2017 varios videos de la captura de un tiburón ballena (Rhincodon typus) en el pueblo costero de Puerto Francés, cercano a Higuerote, en el estado de Miranda, se difundió masivamente a través de las redes sociales. Lo que entonces parecía el rescate de un inmenso animal terminó por ser en realidad el intento de un grupo de pescadores por capturarlo. Sin embargo la indignación de los turistas que presenciaban la escena logró convencer a los pescadores y el tiburón ballena fue devuelto al mar. El caso fue reportado y documentado por la ONG Organización Nacional de Salvamento y Seguridad Marítima de los espacios Acuáticos (ONSA), pero los pescadores se defendieron diciendo que el tiburón ballena cayó fortuitamente en las redes permanentes que poseen. El grupo ambientalista Venezuela Submarina aseguró que no era la primera vez que algo así ocurría. Se había reportado meses antes un caso similar y no solo con esta especie, sino también con tortugas marinas.

Pero quien sí habló de esta noticia, así como de la captura recurrente de tiburones y rayas en el Parque Nacional Archipiélago de Los Roques, fue el biólogo Rafael Tavares, presidente del Centro para la Investigación de Tiburones (CIT) de Venezuela y miembro del ‘Shark Specialist Group’ (SSG) de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Tavares conoce muy bien el tema, estudió durante 15 años a los tiburones en la Estación Biológica Dos Mosquites de la Fundación Científica Los Roques y le explicó a Mongabay Latam que un tiburón ballena puede llegar a medir hasta 14 metros y pesar entre dos o tres toneladas, lo que explicaría el interés de los pescadores por aprovechar la gran cantidad de carne de este animal. El biólogo señaló que esta actividad no es controlada por los organismos públicos y que hace falta la aplicación de políticas de conservación y manejo sostenible de los recursos pesqueros.

‘Hay que actualizar las resoluciones de protección para incluir otras especies en estado crítico como los peces sierra, el chucho pintado y el tiburón ballena’, precisó Tavares. El experto criticó que el Ministerio de Pesca y Acuicultura (creado en enero de 2016) concentre a su personal y recursos en ‘La Feria del Pescado’, en lugar de hacerlo en diseñar medidas o políticas públicas para asegurar la conservación de especies marinas amenazadas.

En Venezuela la importancia de las capturas de tiburones y rayas en el volumen total de pesca pasó del 4 % en 2005 al 19 % en 2009, según un estudio de Tavares, quien también forma parte del grupo de investigadores que colaboran con el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Es decir, en un lapso de cinco años, el volumen de extracción de estas especies se quintuplicó. Los estudios de Tavares señalan que la responsabilidad recae sobre todo en los pescadores artesanales (96 %), y que si bien los tiburones representan un 72 % de las capturas, también existe un impacto importante en la población de rayas que es del 28 % restante. El documento también indica que en el 2008 se desembarcaron en los puertos venezolanos cerca de 20 000 toneladas anuales de estas especies.

Tavares le presentó en el 2010 estos hallazgos a Insopesca y a la Oficina Nacional de Diversidad Biológica (adscrita al actual Ministerio de Ecosocialismo y Aguas) con el fin de señalar el desconocimiento que tienen sobre la pesca de rayas y tiburones. También les hizo llegar a las autoridades algunas recomendaciones para ser consideradas en la estrategia nacional para la conservación y pesca responsable de este recurso pesquero. Pero sin embargo, según fuentes consultadas por Mongabay Latam, esta información no fue tomada en cuenta.

Menos pescado

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De acuerdo a las cifras del Ministerio de Agricultura y Tierras, entre 1998 y 2014 la captura de sardinas cayó en un 74 %, la de atún en un 88 % y la de camarones en un 63 %. Esto habría llevado a que los pescadores artesanales dirijan sus esfuerzos de pesca hacia otras especies. Según expertos, esto coincide con un incremento en la extracción de tiburones y rayas.

Además en un informe de Fundatún de 2015, institución que apoya a Insopesca en el monitoreo de la mitad de la flota pesquera del país, el oceanógrafo Juan José Cárdenas no solo confirmó la merma en la captura de sardina sino que adelantó que los factores más importantes estarían relacionados con los efectos del cambio climático y la falta de un seguimiento científico para determinar el impacto de la captura intensiva sobre los cardúmenes. La situación advertida por los científicos llevó incluso al gobierno —en enero 2015 por Providencia Administrativa Nº 112/2014 de Insopesca— a instituir la primera veda de sardina en el país, la cual se aplica desde ahora entre el 15 de diciembre y el primero de marzo de cada año, y a fijar en 19 centímetros la talla mínima para la extracción de esta especie.

El biólogo Leonardo Sánchez-Criollo, coordinador regional en Centro de Investigación de Tiburones y exfuncionario de Insopesca en Zulia, prefiere hablar de un cambio de comportamiento en los pescadores, quienes modifican su ‘esfuerzo de captura’ a otras especies, ponen en práctica otras artes de pesca y eligen otros lugares para desarrollar sus actividades, como sucede en Chichiriviche de la Costa e Higuerote, en los estados costeros de Falcón y Miranda, al norte de Venezuela. En ambos lugares son comunes los avistamientos de tiburones entre noviembre y febrero, que es la época de paso de tiburones ballenas que vienen desde el Golfo de México con dirección a la Fachada Atlántica, explicó Tavares.

En peligro mundial

‘A nivel global las poblaciones de elasmobranquios (tiburones y rayas) han ido disminuyendo. Las causas directas son la pesca casi sin ningún tipo de control por largos períodos de tiempo y la pérdida de hábitat ­(para su alimentación, crecimiento y reproducción) por el deterioro de las zonas costeras, mientras las indirectas tienen que ver con su biología: tienen un crecimiento lento, fecundidad muy baja y madurez sexual tardía’, explicó Tavares. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), como consta en los planes nacionales y regionales de acción para la conservación y gestión de las poblaciones de tiburones, 26 países, zonas y territorios que practican la pesca de tiburones fueron responsables del 84 % de las capturas mundiales de estos animales (notificadas a la FAO) entre 2000 y 2009. De este grupo, solo siete países —Indonesia, la India, España, Taiwán, Argentina, México y Estados Unidos— capturaron la mitad.

Un estudio más reciente realizado en el 2014 por Nicholas K. Dulvy junto a 23 científicos, publicado en la revista digital eLife, encontró que al analizar 1041 especies de peces cartilaginosos (Chondrichthyes) en todo el mundo, una cuarta parte se encuentran bajo amenaza según los criterios de la Lista Roja de la UICN y solo un tercio se consideran en estado seguro. Las amenaza principales son la sobrepesca (tanto dirigida como incidental), la pérdida del hábitat, la persecución y el cambio climático. Así mismo, el documento revela que de las siete familias más afectadas, cinco son de rayas. De acuerdo a la investigación, el riesgo de extinción de esta clase de animales es mucho más alto que la de otros vertebrados, con un agotamiento de las poblaciones en todas las aguas libres de hielo en el planeta. Este análisis sistémico, el primero sobre estas especies, encontró que aunque se reconoce globalmente el comercio mundial de aletas como un factor fundamental en la captura de tiburones y rayas, otras amenazas sustanciales incluyen la demanda por su carne, el aceite de hígado e incluso de espinas (de mantarrayas).

Y es que el tiburón, una especie conocida en los medios de comunicación y en el cine como fiero y amenazante, es altamente susceptible a ser capturado. A esto hay que sumarle que solo tiene seis a ocho crías cada dos o tres años, que pueden ser devoradas por otros tiburones antes de que estas alcancen la madurez reproductiva. Un dato muy importante y una de las razones por las que es preocupante la situación en Venezuela, es que mientras en México, Sudáfrica y Florida, las especies de tiburones tardan en promedio entre cuatro y cinco años para reproducirse, en el Parque Nacional Archipiélago de Los Roques pueden hacerlo cada dos a tres años. ‘Es algo único en el mundo por las altas temperaturas, la abundancia de alimento y las mejores áreas de cría entre los arrecifes y lagunas marino costeras’, señala Tavares.

La contaminación y destrucción de su hábitat, la sobrepesca y la captura incidental impactan en la pérdida de su biomasa de forma mundial. Por esto la FAO produjo un Plan de Acción Internacional para la conservación y gestión de tiburones para ser regionalizado y nacionalizado, colocando especial énfasis en los 26 principales países que registraron al menos 1% de las capturas entre 2000 y 2009.

Desprotección desactualizada

Venezuela se comprometió en 2003 a elaborar y publicar el Plan de Acción Nacional de Tiburones (PANT). Tavares junto a Óscar Lasso-Alcalá, ictiólogo e investigador de la Fundación La Salle, además de otros especialistas de universidades y de Insopesca elaboraron el documento. Sin embargo, Lasso-Alcalá denunció que el PANT, que está disponible en la web de la FAO y de Insopesca con fecha de 2013, no se ha publicado como resolución oficial ni en forma de libro.

Uno de los últimos documentos publicados sobre este tema es una resolución de 2012 que prohíbe la captura de los tiburones bobo, zorro ojón, oceánico, Venezuela y tres especies de martillo en el país, en cumplimiento de CITES, aunque en aguas venezolanas hay 60 especies de tiburones, según un artículo de Tavares y Elena salim publicado en la revista especializada Río Verde. Esta diversidad equivale a la mitad de todas las conocidas para el Atlántico Centro Occidental. Por su parte, para la edición 2016 del Libro Rojo de la Fauna Venezolana (impulsado por la ong Provita) Rafael Tavares estudió 14 especies, según los estándares de UICN. Encontró que 13 están amenazadas en el país (incluyendo dos tipos de pez sierra), mientras CITES otorga diferentes niveles y tipos de protección a ocho especies en Venezuela al incluirlas en algunos de sus tres apéndices.

Un funcionario de Insopesca que solicitó hablar en anonimato con Mongabay Latam explicó el porqué de la omisión legislativa con el PANT. ‘El documento se terminó entre 2012 y 2013 gracias a los aportes y consultas realizadas a partir de 2010 a los investigadores nacionales. Y se intentó actualizar en 2016 para incluir las especies que tenían protección internacional, como el tiburón ballena, que solo aparecía en los considerandos de la resolución y no en el articulado’. Pero reveló que la elevada emigración de científicos que ha sufrido el país impidió esta actualización y afectó incluso a la institución, ‘perdimos también el 66 % de nuestra nómina de técnicos, quienes decidieron emigrar’, precisó.

Más allá de este problema, la fuente de Insopesca confirmó que ni siquiera el borrador de 2014 , que estaba terminado y que solo necesitaba ser revisado por la Gerencia de Consultoría Jurídica para darle la forma adecuada, fue publicado. El funcionario dijo que el nombramiento de un nuevo ministro (José Luis Berroterán) implicó la llegada de nuevos gerentes, y el documento pasó al olvido después de haber sido preaprobado por el exministro Yván Gil. Insopesca ha tenido desde 2011 constantes cambios de presidente, como sucedió en 2013, 2014 y marzo de 2017, casi todos ellos militares retirados que no duraron ni un año en el cargo.

Este retraso legal lleva consigo una alerta: el tiburón ballena no está protegido legalmente por la resolución de 2012, a pesar que su comercio internacional está prohibido por el Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES).

Lasso-Alcalá también añadió a la discusión la falta de respaldo financiero a los investigadores, lo que ha llevado a una desactualización de los datos científicos incluso cuando algunos de estos han sido entregados a Insopesca o el Ministerio, ‘pero nunca son publicados’. Además resalta el éxodo de los expertos por la crisis económica, política y social, como ha documentado el sociólogo Iván de La Vega en sus estudios de emigración de venezolanos, especialmente de científicos y técnicos.

La actualización más reciente del marco legal para la conservación de tiburones en Venezuela fue el 19 de junio de 2012, cuando la resolución publicada en la Gaceta Oficial prohibió el ‘aleteo’, es decir, la práctica de cortar las aletas de los tiburones y lanzar el cuerpo del animal al mar, lo que deviene en su muerte y produce además un grave impacto en el ecosistema. Insopesca estableció el máximo de exportación de aletas de tiburón en siete toneladas al año en todo el país, independientemente del número de empresas explotadoras, con el requisito de tener certificación de origen y guía de movilización avalada por Insopesca, como ha explicado a Mongabay Latam la bióloga Nathaly Manzo, del servicio de la Gerencia de Ordenación Pesquera de Insopesca.

‘Insopesca había sido siempre muy independiente, hasta la creación del Ministerio de Pesca y Acuicultura, por lo que ahora ha perdido autonomía’, dijo Tavares. Denunció que los técnicos de ordenamiento pesquero no trabajan correctamente y no aplican de forma apropiada la norma. Sobre este último punto, señaló la falta de fiscalización de la veda pesquera y el inadecuado control de las especies que se desembarcan en los puertos, por la falta de experiencia de los peritos. La fuente de Insopesca afirmó que muchos biólogos contratados en la institución, para trabajar en el ordenamiento de los recursos pesqueros, se encuentran de manos atadas frente a los sucesivos cambios de jefaturas y la falta de conocimiento en el área de los nuevos funcionarios.

Pero también acusa una falta de comunicación entre las subgerencias y oficinas regionales con la sede central para reunir datos que permitan el desempeño cabal de sus funciones.

Un ejemplo es el estudio de enero de 2016 de Carolina Laurent, bióloga marina y entonces funcionaria de Insopesca, que contabilizó en el país las capturas del tiburón azul venezolano (Prionace glauca) —en categoría de vulnerable en Venezuela, pero sin protección legal— entre 1986 y 2013, en el mar Caribe y las aguas adyacentes del Atlántico Norte. Su estudio reveló que las capturas pasaron de 28,2 a 50,6 toneladas, con un pico de 116,4 durante el año 2011.

Laurent, que trabajó hasta hace pocos meses en la oficina de Insopesca de Cumaná, principal puerto pesquero del país, emigró a Brasil. La fuente anónima señala que estas estadísticas las desconocían en la sede central, por lo que se asume este estudio como un esfuerzo personal. Esto corrobora lo señalado antes por Tavares, sobre el sesgo o dudas que existen alrededor de la información colectada y luego difundida por la institución.

Mongabay Latam no logró una declaración oficial del Ministerio de Pesca y Acuicultura (Minpesca), con funciones de generar políticas públicas de ordenamiento pesquero, ni del Instituto Socialista de la Pesca y la Acuicultura (Insopesca), ente rector de la explotación sostenible y de la conservación de los recursos pesqueros en Venezuela, a pesar de que se insistió a través de varias llamadas telefónicas y correos electrónicos. Ambos institutos están presididos por el Almirante de la Armada Gilberto Pinto Blanco, quien asumió el cargo una fecha posterior a la captura del tiburón ballena. Los encargados de comunicaciones revelaron que toda información debe ser aprobada por el militar, quien en estos momentos está enfocado en la Feria del Pescado, evento que tiene como objetivo vender productos del mar en distintas regiones de Venezuela pero con precios controlados.

Ecoturismo como solución

Elena Salim Haubold, una bióloga venezolana que se especializó en ecoturismo en Alemania y ganó la beca Rolex 2014 de Our World-Underwater Scholarship Society, propone el ecoturismo como una posible solución a la sobrepesca y la explotación no sostenible de tiburones y rayas. Después de haber investigado las poblaciones de estas especies en Los Roques, Salim fundó junto al fotógrafo Daniel Norwood SharkBusiness un emprendimiento para hacer de la conservación e investigación de tiburones una actividad económica rentable. Lo que buscaba hacer Salim era valerse del creciente interés por el buceo con tiburones, para financiar la investigación científica de estas especies, incluyendo dentro de la iniciativa a las comunidades locales. Su teoría es que cuando existe una retribución de por medio, las personas sí se comprometen con la protección del medio ambiente.

La idea de Elena Salim se relaciona con un estudio de 2013 realizado por investigadores de la Universidad de Cambridge, quienes utilizando información sobre los beneficios económicos que aporta la observación de tiburones en algunos sitios y estimando los ingresos que genera esta actividad en lugares donde no existe información disponible, establecieron que, globalmente, 590 000 observadores de tiburones gastan 314 millones de dólares al año, generando además 10 000 puestos de trabajo. Estas cifras las compararon con las ganancias que genera la pesca mundial de tiburones que es de 630 millones de dólares al año, con un declive registrado en la última década. Si bien no la supera, el estudio realiza una proyección del negocio de la observación de tiburones, con miras a los próximos 20 años, y concluye que este podría llegar a generar 790 millones de dólares en gastos turísticos.

Tavares se mostró más cauteloso y recomendó primero observar las actividades de ecoturismo que se desarrollan en Venezuela. ‘Habría que estudiar estas prácticas para ver el impacto sobre los animales’, acuñó.

Peligros ecológicos

Los tiburones y las rayas se encuentran en el tope de la pirámide trófica. Como depredadores topes de la cadena alimenticia, son esenciales para el control de cardúmenes que se alimentan en los arrecifes de coral. Sin la presencia de estas especies, los arrecifes correrían el peligro de desaparecer y con ellos los servicios ecológicos que prestan como barreras físicas frente las corrientes marinas.

Elena Salim y Rafael Tavares sostienen que si los tiburones no fueran presentados como ‘villanos’, habría más conciencia de la importancia de su conservación, cuyas cualidades incluyen la preservación de los sistemas ecológicos que colaboran de forma tan importante con la alimentación y vida en el planeta.

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