En épocas normales, el barullo del río se cuela tenuemente por las ventanas. Pero cuando crece, el caudal se transforma en un monstruo de lodo que se traga a la gente y a las casas. Así es vivir al borde del río Rímac, en Lima.
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Rímac, en quechua, quiere decir hablador. Así le decían los indígenas por el ruido que hacía en tiempos de crecida, arrastrando piedras a su paso. Claro que a ellos no se les ocurrió irse a vivir al borde de este coloso que en vez de hablar, a veces grita.
La necesidad y el crecimiento urbano desordenado de la capital del Perú, llevó a cientos de personas a instalarse allí.
Lilia Ruales conoce la situación. Vive en el distrito de Chosica, este de la capital, al borde del río. Fue a fines de los 80 cuando el Rímac, como es habitual, se desbordó en tiempos de lluvia.
En aquel entonces, el alcalde, junto a otras 300 familias, la reubicó un kilómetro más abajo, también en la margen del río, a un canto de la vía férrea que une la capital con el centro del país. En agradecimiento, los vecinos bautizaron el nuevo barrio con el nombre del burgomaestre: Luis Bueno Quino.
Pero resulta que hoy el barrio “Bueno” no lo es tanto. Como ya lo sabían los incas, el Rímac volvió a hablar y acaba de desnudar los cimientos de la vía férrea, dejando el riel colgando en el vacío.
En este caso, fue “El Niño Costero” fenómeno que calienta las aguas de las costas peruanas generando más lluvias que las habituales que provocó avalanchas de lodo y piedras e incrementó los caudales de los ríos, que terminan desbordándose y llevándose todo a su paso.
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Ya van 72 muertos desde enero y más de medio millón de afectados por este fenómeno. Para algunos especialistas, en esta caso, las riadas son efectos del cambio climático.
Morir de sed con tanta agua
“La crecida del río comenzó hace una semana. Hace poco se inundó todo. No tenemos agua, la luz se está cortando. Ahora mi preocupación son los niños. Necesitamos carpas para dormir fuera de aquí”, dice Ruales a la AFP.
El río Rímac es el principal abastecedor de agua de Lima. Pero cuando se llena de barro, es difícil tratarlo para consumo humano de manera rápida. Eso ha generado restricciones y cortes en la capital.
“Son 4 días sin agua. Estamos consumiendo la que hemos juntado. Necesitamos que vengan las autoridades. ¿Están esperando que se muera alguien?”, reclama.
Lilia pide que, una vez que pase todo, les coloquen un muro de contención, aquel que le vienen prometiendo desde la primera vez que llegó. Madre de 7 hijos, vive con cuatro de ellos en la zona.
“Se llevó mi casa”
Otros vecinos de Chosica sí se quedaron sin nada. En el sector Las Campanillas, el Rímac socavó los cimientos de unas seis viviendas de la ribera, hasta que las derribó. Pedazos del domicilio de Salomón Imán yacen en el lecho del “hablador”.
“Se lo llevó todo, nomás, que voy a hacer”, lamenta. El dirigente de la comunidad Jorge Mariscal explica que son al menos 15 casas las que están siendo carcomidas por el río, que ya se ha tragado unos 15 metros de calle ribereña.
“Huaico” quiere decir quebrada en quechua, que define el espacio que hay entre los cerros, por donde descienden las avalanchas. Con la expansión urbana, también se ha construido en esos espacios que los antepasados respetaban.
“Hay alcaldes que han dado autorizaciones para construir en quebradas, ciudades que han crecido desordenadamente. Los cauces de los ríos vuelven a pasar por donde alguna vez lo hicieron”, dijo el primer ministro Zavala.
Hay 811 distritos en emergencia de los más de 2.800 que tiene Perú, según detalló Zavala.
El río Rimac nace en los Andes centrales a más de 5.000 metros de altitud y, en su recorrido de 150 kilómetros rumbo al océano Pacífico, atraviesa fértiles valles agrícolas.
Respetado por los antepasados, los limeños de hoy lanzan allí sus desperdicios, la minería sus relaves y hasta los hospitales sus deshechos. Las autoridades admiten que es bombardeado diariamente por 1.185 focos contaminantes. Si en verdad el Rímac habla, ¿qué querrá decir?
AFP
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