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Jorge Sánchez Herrera – Nómena Arquitectura
Arquitecto/Urbanista
jorge@nomena-arquitectos.com
En los últimos meses, el retiro de estacionamientos en superficie y el aumento de precios para estacionar ha generado diversas reacciones. En la web de Lampadia añoran tiempos pasados: ‘Antes tenías tu cambista, la comodidad de estacionar donde necesitabas y el joven que lavaba tu carro.’ En Político.pe, el autor de ‘El negocio de los parqueos’ lamenta que tras la eliminación de los estacionamientos de la Av. Diagonal, tenga que caminar cinco cuadras para comerse un sándwich de pavo en La Lucha. ¡Cinco cuadras! Hasta un conocido actor ha desatado en redes su furia contra los estacionamientos bajo el Óvalo Gutierrez: ‘! Treinta soles por dos horas y fracción, cuando no hay dónde más estacionar. Es un abuso!’
Para mí, eso es como que vayas al restaurante Central, pidas el menú de degustación, y luego le tires la cuenta en la cara al mozo mientras le gritas: ‘!Abusivo, me estás quitando mi derecho a comer rico!’ Porque tenemos derecho a la salud, a la educación, a vivir en una ciudad segura; hasta podemos discutir sobre el derecho a una vivienda digna. Pero tener auto es un lujo. El derecho a estacionar no existe.
Miraflores y San Isidro acaban de inaugurar dos estacionamientos subterráneos (Parque Kennedy y Rivera Navarrete) bajo la modalidad de iniciativas privadas (IP), donde las empresas obtienen en concesión el espacio por un tiempo determinado. A cambio financian, construyen, y administran el estacionamiento, pagándole un pequeño porcentaje de sus ingresos a la Municipalidad. Entiendo que una condición del contrato es que la Municipalidad retire los estacionamientos en superficie en cierto radio de influencia, para que a la gente que quiera ir en auto no le quede otra opción.
Esto tiene de bueno y no tan bueno. Lo bueno es que se le está devolviendo el espacio al peatón. Ya se han ensanchado las veredas en avenidas como Larco o Rivera Navarrete, y entiendo que los maceteros ubicados en Las Begonias y Diagonal son el primer paso del mismo accionar. Un mensaje fundamental en una ciudad cuyas veredas no superan el metro y medio de ancho.
Lo no tan bueno es que la política de movilidad de los municipios debería basarse en reducir y no incrementar estacionamientos, desincentivando el uso del auto. Con mucha mayor razón en zonas céntricas como el Parque Kennedy o el Centro Financiero de San Isidro. Y resulta obvio que el negocio de los dueños de los estacionamientos consiste en llenar la mayor cantidad de espacios con la mayor cantidad de rotación.
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Por eso es que no me preocupan los precios altos, pues si son elevados es porque existe la demanda. La verdad es que si te parece caro un estacionamiento, sigue el consejo de Melcohita y ¡No vayas! Lo que sí preocupa es que sean los dueños de los estacionamientos los que definan los precios y que los municipios no tengan forma de controlar el flujo de autos hacia éstas áreas; porque mientras más gente vaya en auto será mejor para el negocio, pero no necesariamente para la ciudad. Y también debería preocuparnos que los municipios puedan recibir un mayor porcentaje de los ingresos y que estos sean invertidos precisamente en sistemas de movilidad sostenible.
Un argumento común en contra del desincentivo del uso del auto en la ciudad es la falta de alternativas de transporte público decentes. De acuerdo, pero eso es un trabajo paralelo. Nada justifica el seguir hipotecando la ciudad para financiar soluciones que ya sabemos obsoletas: Llámense sobreoferta de estacionamientos, by-passes, o cualquier otra forma de incentivar el uso del auto particular.
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