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POR VERÓNICA KLINGENBERGERPeriodista@vklingenberger
Susana Chávez Castillo tendría mi edad. Fue asesinada y mutilada en la colonia de Cuauhtémoc, en Ciudad Juárez, México, el 6 de enero de 2011. Susana era activista y poeta y poco antes de morir escribió un verso (‘ni una muerta más) que renació cuatro años después en Argentina con un ligero giro: ‘Ni una menos’. Por ese entonces, las cifras de feminicidio en Argentina apuntaban a 277 mujeres asesinadas al año. Todo empezó como una iniciativa del movimiento feminista pero rápidamente se sumaron artistas, deportistas, políticos, periodistas y distintas organizaciones. Solo en Buenos Aires, marcharon más de 300 mil personas.
El detonante local ha sido un video. En él se ve a un cavernícola contemporáneo, completamente desnudo, arrastrando de los pelos a una mujer por el piso de un hotel. Antes, la había ahorcado hasta dejarla inconsciente solo porque ella le dijo que no quería seguir siendo su pareja. El caso llegó a los tribunales. La víctima fue clara: ‘me quiso matar y violar’. Las pruebas eran contundentes: el cavernícola grabado desde todos los ángulos. Pero la Corte Superior de Ayacucho consideró que no había intento de asesinato según la siguiente lógica: si hubiera querido matarla la hubiera matado. Al culpable se le condenó a un año de prisión suspendida por el delito de lesiones leves. Como ese caso, ya sabemos, hay miles, pero a la mayoría de víctimas nadie les cree; en la mayoría de casos ni siquiera sus propias madres. Por eso, desde hace unos días, un grupo de mujeres al que cada día se suman más hombres ha creado un colectivo que ya convocó a su primera marcha para el 13 de agosto. La marcha es para decir ‘basta de discriminación y violencia contra la mujer’ y el nombre del colectivo es el mismo que usaron el 3 de junio del año pasado en Argentina: ‘Ni una menos. Tocan a una, tocan a todas’.
En lo que va del año, 54 mujeres peruanas han sido víctimas de feminicidio y 118 han sufrido el intento. El año pasado la Defensoría del Pueblo advirtió que el 33% de víctimas ya había denunciado a su agresor antes de ser asesinadas sin que se sancione a los criminales ¿Cómo cambiar a una sociedad profundamente conservadora y machista? ¿Cómo se hace para que la ley proteja a las víctimas y sancione a los culpables? ¿Qué deben aprender esas madres que prefieren hacerse de la vista gorda antes que proteger a sus propias hijas?
La movilización ciudadana es un primer paso que emociona. Una comunidad donde se comparten estos delitos y se recibe el apoyo de otras víctimas y gente solidaria solo puede traer cosas buenas. Pero el cambio va a exigir mucho más de parte del Estado y de nosotros. Algunas ideas sugieren romper con estereotipos educativos: dejar de criar a los hombres para que sean machos que no deben llorar ni exhibir sus emociones. Dejar de criar a las mujeres para que sean princesas que lo único que esperan de la vida es la llegada de cualquier príncipe que las rescate de su torreón. En la estrecha mente de muchos es mejor tener un príncipe que te golpee o viole que no tener príncipe alguno. Así están las cosas y ocurre en todas las clases sociales. Otras medidas suponen canalizar la violencia propia de la naturaleza masculina. Estadísticas escalofriantes y estudios lo confirman: más del 85% de asesinatos en serie y ataques terroristas son perpetrados por hombres. Muchos sociólogos, científicos, psicólogos evolutivos y psicoterapeutas creen que lo que hace falta es un gran rediseño de nuestra vida social. Al parecer, nada incita más la violencia que pertenecer a una sola tribu. Y las instituciones tendrían mucho por hacer, empezando por promover la sociabilización con distintos grupos de personas, en distintos espacios, y siempre considerando a ambos sexos. Podemos empezar a practicar en la parrillada del fin de semana. Chicos y chicas, dejen de formar dos grandes grupos.