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Jorge Sánchez Herrera – Nómena ArquitecturaArquitecto/Urbanistajorge@nomena-arquitectos.com
Normalmente me resisto a ver comedias románticas, pero si la protagonizan Diane Keaton y Morgan Freeman, ¿qué tan mala puede ser? En ‘Ático sin ascensor’ Freeman (Alex) y Keaton (Ruth) interpretan a una pareja mayor que pone en venta su departamento en el barrio de Williamsburg, en Brooklyn, NY. Bohemios, recién casados y con poco dinero, lo compraron en los 70´s pues entonces ‘era lo único que podían pagar’. Cuarenta años después, Alex piensa en lo mucho que su barrio ha cambiado: yuppies pegados a sus iphones, mamás paseando a sus bebés en bugaboos y hipsters comprando comida orgánica. La película avanza mientras Alex y Ruth buscan un nuevo departamento, con el casi millón de dólares que les darán por el suyo.
El proceso que atravesó Williambsurg es conocido en el mundo como gentrificación. Para algunos una mala palabra y para otros una oportunidad, la gentrificación se da cuando población con mayores ingresos ocupa barrios céntricos y con acceso a servicios, a un costo relativamente bajo aún. Con ellos viene la inversión en ‘renovación’ y la consiguiente revalorización del suelo. Aunque también el desplazamiento de antiguos vecinos que, con la subida de los precios, se ven directa o indirectamente forzados a dejar su espacio. Para bien o para mal, la gentrificación termina modificando la estructura socioeconómica y también espacial de los barrios.
Aunque en Europa y Estados Unidos es un tema discutido, hablar de gentrificación en América Latina es más complicado. En Lima, algunas zonas de Barranco y últimamente del Centro Histórico del Callao atraviesan procesos similares. Aunque quizás pocos barrios reflejen el proceso con mayor intensidad que el barrio de Santa Cruz en Miraflores.
Su transformación puede rastrearse desde la apertura del restaurante Pescados Capitales, al que le siguieron otros como La Red y La Mar. Hoy el barrio es no solo un ‘hub’ gastronómico; también han llegado oficinas, tiendas de diseño, exposiciones de arte y, cómo no, la comida orgánica. Aunque quisiera creer que detrás de los cambios hay una visión urbana municipal, parece más una evolución a la limeña – o al ‘guerrazo’ – donde solamente el mercado determina el camino.
¿Pero por qué es difícil hablar de gentrificación aquí? En ciudades con altos índices de alquiler, la subida de precios por la llegada de nueva población y negocios convierte a los ‘locales’ en una población vulnerable a los desplazamientos. Si el arrendador duplica el alquiler, hay que irse. Pero en una ciudad de propietarios como Lima, con una tasa de alquiler menor al 15%, es más difícil medirlo desde esta perspectiva. Los propietarios están más en la posición de Alex y Ruth, aunque también hay quienes pueden ser desplazados ‘indirectamente’. Puede que nadie los bote de su casa, pero si no pueden pagar los costos de los nuevos servicios del barrio, poco les queda por hacer.
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Otra dificultad es que, en el mundo, los ‘anti-gentrificadores’ piden que el estado intervenga con zonas de control de alquiler o que promueva más vivienda asequible en esos barrios. Pero en un país donde el rol del estado en temas de vivienda se limita a ser un banco, esta medida sirve poco también. Aunque, para ser más precisos, aquí el estado sí tiene un sistema de control a través de sus municipalidades: la determinación de las áreas mínimas de los departamentos. Y para ser justos, áreas como Santa Cruz o Barranco sí permiten hacer departamentos pequeños -desde 40 ó 70 m2 -, además de comercios. Es decir, parámetros del primer mundo.
También quisiera creer que esto (permitir áreas pequeñas de departamentos, así como otros usos) es parte de una visión urbana municipal para estos barrios. Ojalá estos casos sirvan para empezar a discutir de los perjuicios y beneficios de los inevitables procesos de cambio, pero sobre todo, ojalá podamos tomarlos como una oportunidad para que su transformación se dé con vivienda más accesible, con uso mixto, con menos tránsito de autos y con áreas caminables. En suma, mucho más intensos, compactos, diversos y agradables de lo que ya son.