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JORGE SÁNCHEZ HERRERANómena Arquitectura – Arquitecto/urbanista
Me encanta Miraflores. Si bien ha atravesado un periodo de boom inmobiliario poco pensado, ha podido mantener la gracia en muchos de sus barrios. Es común encontrar una bodega, una panadería, un café o restaurante a distancias razonables. Y a pesar del malentendido concepto de ‘residencialidad’ (la idea obsoleta de evitar comercios o servicios en los barrios), Miraflores mantiene una concentración y diversidad de usos y servicios interesante, que hacen del caminar por sus calles una experiencia bastante agradable. Como si fuera poco, es el distrito que mejor ha pensado su frente costero, al menos encima del acantilado.
Dentro de esta visión, no entiendo cómo se le puede llamar al nuevo Puente Mellizo ‘la obra más importante realizada en el distrito en los últimos 50 años’. Porque, si bien existía un problema de congestión vehicular, duplicar las vías para autos en lugar de mejorar el tránsito peatonal, la acerca más a una obra de la gestión metropolitana de Lima que a la de Miraflores.
Sin ser yo un experto, entiendo que había otras formas de resolver el problema. Como volver las vías existentes de tránsito reversible, es decir, destinarlas a un solo sentido en horas punta. Esta medida, que se usa en Santiago de Chile hace décadas, permite disponer de las vías de manera más eficiente y flexible, respondiendo a flujos de vehículos que son normalmente asimétricos. O también se hubiese podido reducir la cantidad de carriles en dirección Norte-Sur gradualmente, para evitar pasar de tres a un carril de forma brusca, lo que generaba el cuello de botella.
Cualquiera de estas alternativas hubiese costado una ínfima parte de los 20 millones de soles gastados. Un punto no menor a considerar cuando la mitad fue financiada por el Programa de Mejoramiento de Barrios -urbano marginales- del Ministerio de Vivienda. ¿De qué manera se mejora un barrio así?
No lo sé. Lo que sí sé es que hoy es muy difícil cruzar de la ciudad al malecón, no solo en el inicio o fin del puente, sino en algunas cuadras hacia ambos sentidos también. Y esto pasa no solo porque a nadie se le ocurrió poner cruceros peatonales (a pesar de lo cual la gente igual cruza), sino porque con vías más anchas y libres, los autos entran y salen a, por lo menos, 50 km/h.
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Sí, ya sé que hay pases peatonales a ambos lados por debajo del puente, pero Miraflores no debe mandar ese mensaje. Hoy, cualquier ciudad o distrito que pretenda ser un ejemplo, pone a sus peatones primero -les da el pase a nivel de calle- y no los manda al desvío, por el camino más largo. Más aún cuando al otro lado del crucero está precisamente uno de los espacios públicos más visitados de la ciudad.
Hace unos días rebotó una nota del diario El País de España que ponía al Malecón de Miraflores como uno de los 10 mejores de América. Y destaca no solo su imponente vista, sino también su diversidad de espacios que permiten realizar una variedad de actividades. La obra más importante de los últimos 50 años en el distrito debió orientarse a reforzar esta secuencia de espacios, haciendo más continuo y amigable el tránsito peatonal.