Fracturas, costillas rotas, lesiones cerebrales: miles de niños japoneses acuden cada año a urgencias. La razón en la mayoría de los casos no tiene que ver con las típicas peleas de patio de colegio, sino con una clase de ’Kumitaiso’, una modalidad nipona de gimnasia grupal, que no salió del todo bien.
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El objetivo del ejercicio: construir pirámides y torres humanas lo más altas posible. Esta práctica, dirigida a fomentar el espíritu de equipo y la resistencia, existe desde hace mucho tiempo, pero las últimas protestas de padres y médicos abogando por una prohibición la han puesto bajo los focos.
Más de 8.000 lesiones son diagnosticadas cada año por todo el país. Son cifras ofrecidas por la comisión japonesa de Deporte, que contabiliza nueve muertes durante su práctica desde que se iniciase el registro de datos en 1969.
“Algunos niños presentan costillas y el esternón rotos, lesiones que se ven raramente en otros deportes”, subraya Tomohisa Shoko, responsable de urgencias del hospital de Matsudo, en la región de Chiba, no lejos de Tokio.
El sanitario reconoce también haber tenido que operar de lesiones cerebrales a chicos que pegaron con la cabeza en el suelo. Impactado por la magnitud y la frecuencia de las lesiones derivadas del Kumitaiso, este médico presiona a las autoridades para proteger a los alumnos.
Los padres están también preocupados porque se antepone la competición al bienestar de sus hijos, que se no dudan en exponerse por realizar actuaciones espectaculares en los festivales anuales de los deportes.
En Japón, la práctica deportiva está a menudo asociada al concepto de máximo esfuerzo, hasta el sufrimiento, aunque comienzan a alzarse algunas voces que denuncian actuaciones que llegan al maltrato hacia los alumnos.
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Resistencia
El pasado mes de septiembre seis estudiantes se lesionaron cuando su pirámide de 10 pisos se vino abajo en Yao, cerca de Osaka (Oeste), en una escena filmada que tuvo amplia repercusión en las redes sociales.
En aquella época, el periódico de gran tirada, Yomiuri Shimbun mostró su alarma al remarcar que son “los profesores los que logran un sentimiento de culminación cuando las pirámides salen bien, no los alumnos”.
El deseo de impresionar, sobre todo en la era de los vídeos compartidos por internet, les lleva a cometer negligencias sobre la seguridad de los chicos, señalan los padres.
“Si los colegios no cumplen su trabajo, ¿Quién tomará la responsabilidad?”, pide la madre de una estudiante que perdió el conocimiento tras caer a pies de sus compañeros en 2014, cuando contaba con 11 años.
La joven salió adelante pero pagó el precio de varias fracturas. “Podría haber permanecido en coma para siempre, o incluso haber muerto”, subraya la madre.
“En numerosos casos se ignoran los riesgos”, confirma el doctor Uchida, quien pide al Ministro de Educación Hiroshi Hase, al igual que miles de personas en el país nipón, una reforma del ‘Kumitaiso’.
Poco a poco, las cosas empiezan a cambiar. Las autoridades de la capital decretaron el cese de esos ejercicios en los que 250 centros que dependen del municipio.
El ministro, antiguo luchador olímpico, también modificó su posición apelando a la vigilancia cuando se aproxima la época de festivales, que comienza en mayo.
La Agencia japonesa del Deporte (JSA), dependiente del ministerio, recomendó detener la práctica “si no pudiera garantizarse la seguridad”.
Pero los colegios oponen una fuerte resistencia. “No pudimos imponer una prohibición por sistema, algunos profesores anteponen los aspectos educativos del ‘Kumitaiso”, declaró a la AFP uno de los responsables de la JSA, Fumiki Agata.
La madre de la chica lesionada se pregunta indignada: ¿cómo puede Japón albergar los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020 si ni siquiera es capaz de asegurar la seguridad de sus niños en la práctica deportiva?
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