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Jorge Sánchez HerreraNómena Arquitectura – Arquitecto/urbanista
Corría el año 2009 cuando el ministro Antero Flores sugería rechazar los dos millones de euros ofrecidos por la Canciller Alemana para la construcción de un Museo de la Memoria. ‘Le diría: ¿Qué te parece si empleamos esto en algo más necesario para el país? (…) Si yo tengo personas que quieren ir al museo, pero no comen, van a morir de inanición’, sostenía Flores. Recordé sus palabras hace unos días, mientras leía la columna de Franco Giuffra ¿Y los Panamericanos para pobres? ‘No encuentro relación entre los grandes problemas de la ciudad y la organización de este megaevento (…) Ninguna de las prioridades urgentes en materia de salud, seguridad o educación será mínimamente satisfecha (…)’, escribía el autor.
Su preocupación por el gasto inútil es entendible. A fines del 2013 el IPD le confirmaba a la ODEPA que no tendría lista la villa deportiva para los Juegos Bolivarianos de Trujillo. Y hoy muchas de sus sedes – como el Polideportivo Huanchaco – se deterioran ante la falta de uso y mantenimiento. ¿Pero ser un país pobre debería privarnos de organizar unos Juegos Panamericanos? Pienso que no. De hecho, es precisamente por ser un país en vías de desarrollo que estos juegos pueden representar el impulso perfecto para comenzar a cerrar algunas de las brechas en infraestructura que tan sumidos en el subdesarrollo nos tienen.
Si bien las Olimpiadas de Barcelona y Londres, los Juegos Panamericanos de Toronto o incluso los Odesur de Medellin manejaron presupuestos mucho mayores de los que dispondrá Lima, algo podemos aprender de ellos.
1.
Construyamos solo lo necesario y adaptemos o reutilicemos lo que hay. Si por algo se le recuerda a Londres 2012 es por su política de mesura y sostenibilidad. La mayor parte de escenarios deportivos levantados fueron desarmables y los pocos nuevos que se construyeron procuraron tener un uso posterior asegurado.
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2.
Un equipo que trabaje en el legado de los juegos es tan o más importante que el de los juegos en sí. En Londres 2012, este equipo comenzó su trabajo a la par con el de los mismos juegos. Evitemos y aprendamos de casos como los de Atenas 2004 y Pekín 2008 -o el mismo Trujillo- que hoy no saben qué hacer con su zoológico de ‘elefantes blancos’.
3.
Precisamente por ser pensados para perdurar como equipamiento público, los escenarios deportivos que se construyan deben ser de impecable diseño y construcción. Así fue regenerada la Unidad Deportiva Antanasio Girardot para Medellín 2010, cuyos proyectos más emblemáticos fueron diseñados por jóvenes oficinas de arquitectura luego de ganar concursos públicos.
4.
Invirtamos en proyectos concretos de regeneración urbana. Conocidísimo es el caso de la transformación de Barcelona luego de utilizar las olimpiadas como catalizador para que la ciudad voltee la vista hacia el mar. Londres ubicó su área olímpica dentro de un nuevo parque (uno de los más grandes de Europa) que le permitirá regenerar parte de su zona industrial. Y Toronto hizo lo propio con la renovación de su litoral costero a través de un gran parque-espacio público como el Queens Quay.
5.
Y finalmente no pensemos en la Villa Panamericana como una ‘casa-club’ introvertida más. Está bien que lo haga un privado que luego podrá vender los departamentos pero que el Estado ponga sus condiciones. Un lugar céntrico, bajo un modelo de usos mixtos con vivienda que se integre a la ciudad a través de espacios de domino público. Y, por supuesto, con un diseño de primer nivel que sólo puede garantizarse a través de concursos públicos de diseño.
Afortunadamente aceptamos lo ofrecido por Alemania y seis años luego inauguramos un Lugar de La Memoria que nos ayudará a salir del retraso cultural en el que estamos. Veamos los Panamericanos como una oportunidad para resolver nuestros problemas en educación, salud, seguridad e infraestructura. Ojalá, en algunos años, los recordemos como el disparador que propició el gran cambio de la capital.