Corea del Sur se paraliza durante un tiempo este jueves, con medidas como la breve suspensión de despegues y aterrizajes en todos los aeropuertos, para no desconcentrar a sus alumnos en examen de ingreso a la universidad.
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Estos exámenes, muy exigentes y competitivos, son el punto culminante de la escolaridad para los alumnos. Sus padres gastan a veces fortunas para prepararlos lo mejor posible a estas pruebas, que pueden abrirles las puertas de los más prestigiosos campus del país, garantía de un buen futuro profesional, y a veces de un buen matrimonio.
Como cada año, el país adopta su perfil más bajo para no distraer la concentración de más de 630.000 alumnos.
Entre las medidas excepcionales está la suspensión de despegues y aterrizajes, que coincide con la principal prueba de comprensión oral en idioma.
El ministerio de Transportes precisó que 69 vuelos debieron ser reprogramados y cuatro vuelos interiores fueron directamente anulados. Además, todos los vuelos que llegan tienen como consigna mantenerse a una altura superior a los 3.000 metros y esperar la autorización para iniciar el descenso.
Todas las administraciones, los principales comercios y la bolsa abrieron una hora más tarde para limitar los embotellamientos y permitir a los alumnos llegar a la hora para el inicio de los exámenes, previsto a las 08h40 locales.
Los desafortunados que se quedaron atrapados en el tráfico, pudieron llamar al número 112 para recibir la ayuda de los motoristas y coches de la policía.
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Sobrevivientes del ferry Sewol
El jueves fue un día especial para los alumnos del liceo Danwon de Ansan, cerca de Seúl.
En abril de 2014, 325 jóvenes de esta escuela se hallaban a bordo del ferry Sewol que naufragó frente a las costas meridionales del país, posiblemente desequilibrado por una exceso de carga.
El naufragio dejó 304 muertos, entre ellos 250 alumnos y 10 profesores de ese centro, que los acompañaban en un viaje escolar.
La mayoría de los sobrevivientes pasan este año los exámenes.
Algunas ventajas para acceder a la universidad han sido ofrecidas a los sobrevivientes de un drama que conmocionó al país. Pero la mayoría las rechazó, pese a la lógica dificultad para estudiar que afecta a muchos después de semejante tragedia.
“No quieren un trato de favor” dice Park Yoon-Soo, de 44 años, cuya hija tiene tal sentimiento de culpabilidad por haber sobrevivido que intentó acabar con su vida.
En el exterior del centro de examen de Seúl, varios niños portan pancartas de ánimo a los jóvenes que se examinan, y que deben deshacerse de todos sus aparatos electrónicos para acceder a la sala donde se celebra la prueba.
Una vez prodigados a sus hijos los últimos consejos, muchos padres acuden a las iglesias y a los templos más cercanos para invocar una intervención divina.
Cada año, estos exámenes reactivan el debate sobre la obsesión surcoreana por el éxito escolar, y sobre las ventajas y desventajas de un sistema educativo a menudo considerado en el extranjero como un modelo de meritocracia.
Aunque la competencia desenfrenada genera excelencia, como lo demuestran los resultados de las universidades surcoreanas en las clasificaciones internacionales, también provoca resultados mucho menos gloriosos, como un elevado índice de depresión y suicidios.
Según cifras del ministerio de Educación, los surcoreanos han gastado 19 billones de wons (EUR 15.000 millones, USD 16.000 millones) en 2013 en lecciones particulares y cursos nocturnos para sus hijos, es decir el equivalente al 1,5% del PIB del país.