El presidente chino Xi Jinping y el taiwanés Ma Ying-jeou se dieron durante un minuto la mano, sonrientes, ante una masa de periodistas congregados en un hotel de Singapur, antes de iniciar su reunión a puerta cerrada.
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“El desarrollo de las relaciones entre las dos orillas del estrecho durante los últimos 66 años demuestra que sean cuales sean las dificultades que nuestros compatriotas han debido afrontar de ambos lados, y sea cual sea la duración de nuestra separación, ninguna fuerza puede separarnos”, declaró Xi.
“Aunque estén rotos, nuestros huesos siguen unidos por los tendones. Seguimos siendo hermanos, compatriotas, la misma sangre corre por nuestras venas”, añadió el dirigente chino.
A su vez, el taiwanés pidió respeto mutuo después de décadas de hostilidades y rivalidad.
El encuentro, en terreno neutral, fue el primero entre dirigentes de ambos regímenes rivales desde el final de la guerra civil y la fundación por Mao Tse Tung de la China Popular comunista en 1949, cuando los nacionalistas del Kuomintang (KMT) se refugiaron en Taiwán.
Tras la cumbre, de cariz fundamentalmente simbólico ya que ninguna de las partes acepta reconocer la legitimidad de la otra, no se anunció ningún acuerdo.
Ninguno de los dos mandatarios se dirigió al otro con el término de “presidente”, pues eso habría significado reconocer su legimitidad. En lugar de eso se limitaron a darse trato de “señor”.
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En una conferencia de prensa ofrecida tras la cumbre, el dirigente taiwanés propuso establecer un teléfono rojo entre ambas partes, y dijo que su homólogo chino que no se expresó tras la reunión respondió favorablemente a la demanda.
Ma manifestó además su esperanza de que esta cumbre sea un nuevo paso hacia la normalización de las relaciones que él mismo ha promovido desde su elección en 2008.
Según J. Michael Cole, un experto en China, la cumbre versó sobre generalidades, y no cambiará nada en el fondo.
Cole observó que Ma deberá de todas formas dejar muy pronto el poder, ya que no puede volver a presentarse en las elecciones de enero en Taiwán.
“Es histórico porque es la primera cumbre, pero yo no llegaría a decir que es muy importante”, añadió el analista.
China considera Taiwán como parte de su territorio que debe ser reunificado, incluso por la fuerza si es necesario. Taiwán por su parte ha forjado una identidad propia desde la proclamación de la República Popular China.
Protestas en Taiwán
Este acercamiento no disipó la desconfianza, especialmente del lado taiwanés.
En la isla hubo protestas en el aeropuerto de Taipéi antes de la marcha del presidente Ma Ying-jeou el sábado por la mañana. Los manifestantes quemaron fotos de ambos mandatarios, mientras gritaban consignas calificando al chino Xi Jinping de “dictador chino” y a Ma de “traidor”.
La isla perdió su silla en Naciones Unidas en 1971 en beneficio de China y sólo 22 pequeños países la reconocen formalmente, en buena medida latinoamericanos y del Caribe, lo que provoca un importante resentimiento entre los taiwaneses.
En Taiwán, la oposición acusa al presidente Ma de querer aprovechar la reunión con Xi para favorecer a su partido, el KMT, que aparece como perdedor en los próximos comicios presidenciales de enero.
A pesar de las mejores relaciones entre Pekín y Taipéi, China había declinado hasta el momento una reunión entre Ma y Xi. Muchos analistas se interrogan ahora sobre las razones que han llevado a las autoridades chinas a aceptar finalmente el encuentro.
Muchos analistas creen que China quiere favorecer al Kuomintang taiwanés frente a la oposición, más tendente a un discurso independentista.
La cumbre también se interpreta como un intento de Pekín de parecer conciliador y de desviar la atención de la tensión causada por su expansionismo en el mar de China Meridional, donde se disputa con varios vecinos la soberanía de una serie de islas.