Zoë Massey
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Hace unas semanas, uno de los participantes de la residencia en la que trabajo comentó que se iba a pintar un mural a Callao Monumental. La verdad, yo entendí que se iba al Monumental. Luego, ya conversando con él, nos contó que había estado muraleando en el Callao (el Cashao, de hecho; el Javi es argentino y su arte lo anda llevando por todos lados).
Un par de semanas después veo fotos de muchas personas entre fachadas chalacas, galerías nuevas, murales en las calles y aún sin entender bien, capto que es algo que sucede en el Callao y que hay que ir a verlo. Resulta que alrededor del famoso Casa Cor -al que jamás he entrado- han arreglado una pequeña zona donde se han abierto restaurantes y galerías y se planea, según entendí, poner en valor el barrio abriendo talleres de artistas.
Suena bien, me da curiosidad. Embarcadas atravesando el tráfico limeño llegamos a ese misterio lejos del caos que son las pistas del Callao. Misterio porque no dejo de preguntarme por qué aquí los conductores sí cumplen las leyes. Nadie se pasa la velocidad permitida ni habla por celular y todos le temen a las papeletas de las que se ríen cuando pasan a Lima. Si funciona allá, que sigue siendo aquí nomás al costado, ¿por qué no en toda la ciudad?
Bueno, volviendo al tema, llegamos casi al Real Felipe siguiendo las flechas de Casa Cor, pero aún sin saber bien qué es lo que íbamos a ver. Al llegar nos damos con la sorpresa de una pequeña zona de fachadas recuperadas, una cuadra de bulevar peatonal con galerías de arte de algo más que buen nivel. Revólver, González y Gonzá- lez, Fugaz, Entes & Pésimo, Corriente Alterna Escuelas de Arte y Diseño, #Micromuseo y Bufeo de Christian Bendayán.
Descentralizar las galerías, mover las artes plásticas a otros espacios y de paso promover el arte urbano con el pintado de murales en zonas aledañas es muy bueno. Lástima que hubo calles a las que no llegamos porque un amable señor de seguridad nos advirtió que era ‘un poco peligroso’. Entonces es ahí donde los sentimientos se me mezclan. La idea es buenísima, sí, pero ¿la realidad ayuda? ¿Nuestra realidad? ¿Crear una burbujita linda como para andar de turistas en nuestra propia ciudad?
Marcando límites con hombres enternados. De hecho, a uno de ellos le pregunté si había un lugar para tomarnos un café por ahí, y me dijo que no había cerca, que nos fuéramos a Saenz Peña. Luego entramos al local Beatriz, una antigua tienda de sombreros que han mantenido con todo su encanto y diseño original. Ahí venden, entre otras cosas, café. Se me ocurre que el amable señor de seguridad no sabía que ahí lo vendían porque escapa a su presupuesto. Y aunque no era caro y estaba bien rico, se me cruzan los sentimientos de nuevo. Entramos a ver la muestra de Sonia Cunliffe en la DIVINCRI (No digas nada de lo que viste ayer noche), una recopilación de archivos de criminalística que no solo funciona muy bien en el espacio que usa, sino que crea una relación espectador-policía que anda medio alicaída.
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La buena Katy nos explica el trabajo con una sonrisa de oreja a oreja, se lo sabe completo, le gusta lo que ha aprendido con Sonia, le gusta estar en esta chamba. Me comenta que sí, qué lindo como han hecho todo, que han creado trabajos para varios, pero que en el barrio también se sienten algo excluidos, y la conversa ahí cambia hacia lo que ella siente que se podría hacer para crear más unión y no solo una burbuja temporal por este evento: talleres con los niños, visitas guiadas para colegios de la zona, no sé si hay un precio especial para los vecinos del Callao, pero de no haberlo… piénsenlo. Como ya dije, descentralizar es bueno, es importante, pero aún no se me borra ese sentimiento cruzado que no sé exactamente qué es… o sí. Pero prefiero que vayas, veas y me cuentes qué opinas.
Ojo, todas las galerías tienen ingreso gratuito y la calidad de los trabajos es muy buena. Y luego puedes pasear por La Punta, respirar el mar, comer picarones y regresar a la locura del tráfico. Algo lejano me une al Callao. Debe ser porque mi familia paterna es chalaca y por lo que mi abuela británica con su muy inglés acento respondía siempre ante la pregunta: ‘Señora, ¿usted de dónde es?’. Orgullosa ante las miradas sorprendidas e incrédulas, decía ‘youu soy shalaca’ porque sí, ahí nació.