El brutal mundo del kickboxing en el sureste asiático a menudo se cobra narices ensangrentadas y huesos rotos.
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Pero los luchadores aquí, en Birmania, dicen que su deporte es el más aterrador de todos.
Los púgiles de lethwei aspiran a dejar a sus oponentes inconscientes utilizando los puños desnudos, los pies, los codos, las rodillas… y la cabeza.
Las únicas maneras de ganar son el KO o la rendición del rival.
Si ninguno de los luchadores vence después de cinco rounds de tres minutos, se produce un empate.
“Es un deporte duro, pero creo que puedes escoger hasta qué nivel quieres aprender lethwei. Si quieres competir en un ring de lethwei de verdad como profesional, tienes que ser realmente duro. Pero puedes dedicarte a ello para estar en forma, para defensa personal. Depende de tu objetivo”, señala Win Zin Oo, fundador del club Thut Ti Lethwei.
Se cree que el feroz arte marcial de Birmania empezó a practicarse hace siglos.
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Es particularmente popular en la regiones rurales fronterizas del este del país, cuna de los mejores luchadores.
Como ocurrió con muchas otras cosas, este deporte languideció durante las cinco décadas de régimen militar. Pero recientemente salió a la palestra internacionalmente, gracias a un combate en Rangún que contó con una gran difusión televisiva.
En este gimnasio del norte de Rangún, Win Zin Oo entrena a luchadores locales profesionales y amateurs y a aficionados extranjeros.
Ha constatado un mayor interés en el lethwei en los últimos años y espera que pueda granjearse tanta fama como el boxeo tailandés muay thai.
Este deporte atrae también a un número creciente de mujeres birmanas, desafiando la conservadora imagen de la feminidad.
Mientras el lethwei lucha por su reconocimiento, los aficionados esperan que se convierta en un poderoso embajador para el país.
