El creciente número de deportados y las acciones de las autoridades venezolanas contra los colombianos en el estado Táchira, así como que se mantiene en estado de excepción decretado por Nicolás Maduro y que su gobierno no quiere dar brazo a torcer para reabrir la frontera cerrada el pasado jueves,* han agudizado la tensión* que en esa zona crece con el paso de las horas.
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Este lunes, por ejemplo, se conoció un hecho sin precedentes que incluso hace temer lo peor. Las casas en las que vivían los colombianos en territorio venezolano habían sido marcadas, con ‘R’ (Revisada) o ‘D’ (Derribar) para que miembros de la Guardia Venezolana y una retroexcavadora hicieran lo suyo: sacar a los colombianos de sus hogares (los mismos que ocuparon durante años) y demoler las casas. Después, la deportación.
Las cifras, hasta este lunes en la mañana, hablaban de 612 adultos y 139 niños deportados.
Mientras una delegación del Gobierno trata de hacerle frente a la situación, miles de colombianos siguen preguntándose qué es lo que está pasando en realidad y por qué Venezuela tomó tales decisiones.
Así pues, el recurrente discurso de un plan paramilitar para desestabilizar el gobierno venezolano y la proximidad de las elecciones parlamentarias en el vecino país son las dos principales razones -y claves- para entender la crisis -que ya tiene tintes humanitarios- en la frontera entre Colombia y Venezuela.
El inicio del calvario Todo comenzó el pasado 19 de agosto con un ataque de presuntos paramilitares colombianos contra la Guardia Venezolana en el que tres uniformados y un civil resultaron heridos. Esto fue usado por Maduro para adoptar el cierre de la frontera que, en principio iba a ser de 72 horas, pero que el fin de semana pasó a ser indefinido tras una declaratoria de estado de excepción en seis municipios fronterizos del estado Táchira.
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Aunque este presunto ataque fue la excusa, tanto Nicolás Maduro como su predecesor Hugo Chávez, han usado la supuesta presencia paramilitar en su país para explicar la inseguridad en la frontera y una creciente oleada de delincuencia en el país que lo ha convertido en uno de los más violentos de la región, con una tasa de 60 homicidios por cada 100.000 habitantes.
A esto se suma información de inteligencia venezolana que indica que con órdenes de la derecha colombiana y ayuda de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), los paramilitares han intentado asesinar a Maduro, quien, usando un discurso preponderantemente nacionalista, ha hecho creer que la solución es, precisamente, sacar a los colombianos de su país.
Ahora, la realidad es que, más allá de que sí hay delincuencia en la frontera (especialmente contrabando) y que muchos criminales han encontrado refugio en el vecino país, no se ha podido comprobar la presencia de estructuras paramilitares colombianas en Venezuela, como, por ejemplo, sí de campamentos guerrilleros, los cuales no han sido identificados como una amenaza por el gobierno de Maduro.
Elecciones A este fenómeno se suma lo que la prensa y la oposición venezolana han calificado como una de las ya tradicionales cortinas de humo del chavismo, que trata de desviar la atención de la crisis económica y de seguridad que vive el país, especialmente con miras a las elecciones parlamentarias que se llevarán a cabo el próximo 6 de diciembre.
Una vez más, el discurso nacionalista es la herramienta para ganar adeptos -y votos- y desviar la atención de los demás problemas que aquejan a la población venezolana.
El panorama del chavismo frente a esas elecciones, para las que no son nada favoritos los candidatos del oficialismo, hacen que buscar un enemigo fuera del país se convierta en una buena opción para recuperar votos.
¿Cómo solucionar esto? Este miércoles los cancilleres de los dos países se reunirán para tratar la situación e intentar llegar a un acuerdo para reabrir la frontera, pero lo cierto es que, como lo ha demostrado la historia reciente, la problemática de fondo requerirá mucho más trabajo de ambos países.