El encuentro, organizado en la localidad fronteriza de Panmunjon, empezó poco después de que expirara un ultimátum de Corea del Norte, que había amenazado a su vecino con una “guerra total” si no cesaba sus operaciones de propaganda mediante altavoces.
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El Sur estaba representado por el ministro de Unificación Hong Young-Pyo y el director de la Oficina Nacional de Seguridad Kim Kwan-Jin.
Corea del Norte envió a sus oficiales militares de más alto rango, Hwang Pyong-So considerado el número dos del régimen, y el secretario del Partido de los Trabajadores Kim Yong-Gon, que está a cargo de las relaciones con su vecino del sur.
Las tropas de ambos países estaban en alerta máxima desde que Pyongyang lanzó su ultimátum.
“Hemos llegado al alba de una guerra y la situación es irreversible”, había llegado a declarar el ministro norcoreano de Relaciones Exteriores en un comunicado difundido a primera hora de la mañana.
Estados Unidos reiteró por su parte su compromiso con Corea del Sur, en palabras del jefe del Estado Mayor, el general Martin Dempsey.
Aviones estadounidenses y surcoreanos realizaron ejercicios de simulación de bombardeos a media jornada.
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Estados Unidos tiene 30,000 efectivos militares permanentemente en Corea del Sur.
Miles de civiles surcoreanos se instalaron en refugios subterráneos por precaución.
– Relativizar las amenazas –
Los expertos tienden a relativizar los anuncios belicosos que Pyongyang acostumbra lanzar y, aunque el riesgo de escalada siempre existe, algunos ven más bien una enésima provocación del régimen norcoreano.
“A la vista de sus métodos de negociación en el pasado, la probabilidad de que ejecuten su amenaza parece escasa”, estima James Kim, del Instituto Asan de estudios políticos de Seúl.
Pero al mismo tiempo, reconoce que no es fácil adivinar las intenciones del líder máximo norcoreano, Kim Jong-un, y las posibilidades de un ataque no podían excluirse del todo.
“Estamos preparados para responder con firmeza a cualquier provocación norcoreana”, declaró una portavoz de la presidenta surcoreana.
Antes del anuncio de las conversaciones, Seúl no tenía intención de ceder a las demandas de su vecino y se negaba a apagar los altavoces que difunden a todo volumen mensajes de propaganda en la frontera.
Vestida con uniforme militar, la presidenta surcoreana Park Geun-Hye habló ante un grupo de altos mandos del ejército para decirles que “no tolerará ninguna provocación de Corea del Norte”, según imágenes de la televisión surcoreana.
Corea del Sur reanudó su guerra propagandística – una práctica que ambos países suspendieron en 2004 – en represalia a un ataque con minas antipersona en la que dos de sus soldados que patrullaban en la zona desmilitarizada (DMZ) resultaron heridos a principios de agosto. Seúl acusa al Norte de haber colocado dichas minas.
La puesta en servicio de los altavoces en la frontera ha provocado la ira de Pyongyang, que niega su implicación en las explosiones. La escalada de tensión desembocó el jueves en un intercambio de disparos de artillería entre los dos enemigos.
Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU han manifestado su preocupación por la situación. China, principal apoyo de Corea del Norte, lanzó también llamados a la calma.
Los dos países siguen técnicamente en guerra desde hace 65 años ya que la contienda de la península de Corea (1950-53) acabó con un simple alto el fuego, que nunca fue formalizado por un tratado de paz.