Kevin Blanco no tiene otra opción que tomar medicina para perros.
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Lo hace para salvar un riñón trasplantado, en medio de una escasez cíclica de medicinas en Venezuela que ahora llega al 70% según cálculos privados.
“Es un poco humillante saber que tiene que depender tu vida de un medicamento que no es para tu consumo, es para consumo de mascotas, de animales’, cuenta Kevin.
La prednisona y el cellcept son inmunosupresores que evitan el rechazo de órganos trasplantados.
Los pacientes no pueden suspender su consumo un solo día, a riesgo de perder el riñón o el hígado por el que esperaron años.
Pero según varios pacientes, desaparecieron de las farmacias públicas y privadas desde comienzos de julio y durante un mes.
“Uno se hecha a reír porque uno dice bueno, si él dice que es el mismo componente, pero o sea, no te cae nada bien que tu tengas que llegar al extremo de tomar medicina veterinaria, o sea es una locura’, señala Natacha Albarrán, paciente transplantada.
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Y esto a pesar de las objeciones de los especialistas.
“Debe ser controlado, porque ella tiene un dosificación asertiva para cada caso y tiene un efecto colateral que si se da por mucho tiempo, más prolongado el tiempo de exposición del organismo hacia ese fármaco puede traer consecuencias desagradables o fatales’, señala el veterinario Jhon Ortiz.
El gobierno niega la falta de prednisona, indicando que en julio llegó de Cuba un lote de más de un millón de tabletas.
La sequía de divisas por la caída de los precios del petróleo y el estricto control de cambio dificultan las importaciones y llevaron a un multimillonario endeudamiento del sector farmacéutico.
La falta de insumos hospitalarios ha obligado también a suspender cirugías de corazón en un país donde ya se reutilizan los marcapasos.