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Entrar a una cueva a la que solo un grupo de científicos tiene acceso. Descubrir que esa cueva es la primera galería de arte de la humanidad. Contemplar en sus paredes fantasmas de caballos, mamuts, leones, venados, bisontes y osos en movimiento. También las huellas anaranjadas de manos humanas. Pinturas de hace 32 mil años que se mantienen intactas sobre paredes que nacen en una alfombra de huesos y fósiles de animales, algunos ya extinguidos. El viaje al pasado llega gracias a los permisos del Ministerio de Cultura francés y al equipo de producción de Werner Herzog. El documental, titulado Cave of Forgotten Dreams, recoge la información del grupo de arqueólogos que, junto a él y a su pequeño equipo de tres personas, recorre la cueva. Nuestro guía, un celebrado director alemán fascinado con la relación entre el hombre y la naturaleza en las situaciones más extremas, convierte el estudio científico en una experiencia espiritual de la que es difícil sacudirse.
El 18 de diciembre de 1994, a unos 640 km de París, al sur de Francia, tres espeleólogos descubrieron un túnel al pasado. Jean-Marie Chauvet, Éliette Brunel Deschamps y Christian Hillaire siguieron una corriente de aire proveniente de un acantilado y luego de cavar y cavar consiguieron entrar a una cueva que había estado sellada durante 20 mil años. Ya adentro, rodeados de estalactitas y estalagmitas, la señora Deschamps levantó su lámpara en una de las enormes recámaras de la cueva y se topó con la imagen de un mamut en una de las paredes. Los ecos de su grito se escuchan hasta hoy: ‘¡Ellos estuvieron aquí!’. Desde entonces, ese nuevo santuario se llama la Cueva de Chauvet, y conserva, además de las pinturas, las huellas de un niño (las huellas humanas más antiguas de las que se tenga registro) y las manchas de humo de las antorchas de esos hombres del Paleolítico superior. Por momentos, las luces puntuales del equipo de Herzog remiten a esa primera forma de luz artificial.
Filmada en 3D en el 2010, pude verla en 2D gracias al Netflix americano cinco años más tarde. Cave of Forgotten Dreams evoca esa época en que los valles europeos estaban habitados por leones y rinocerontes, tiempos en que nuestros ancestros descubrieron el símbolo, la primera forma de lenguaje escrito, el cimiento de la ciencia y el arte. Herzog cataloga ese momento con la divertida solemnidad y la escéptica inteligencia que se ha convertido en la marca registrada de sus documentales: ‘el nacimiento del alma humana moderna’.
El director aprovecha el descubrimiento de esas imágenes, a las que por cierto nunca tendremos acceso (solo podremos tener un reflejo en la réplica ubicada a pocos kilómetros de la cueva original inaugurada hace solo unos días), para tocar los grandes temas: la esencia del arte y su significado, la muerte y la trascendencia a través de la comunicación. O cómo un grupo de individuos contacta con otros miembros de su misma especie 32 mil años después. ‘Estas imágenes son la memoria de sueños largamente olvidados’, dice Herzog en un momento. Pero el director no especula. ¿Qué pasaba en esa cueva? ¿Qué clase de ceremonias se llevaban a cabo ahí? El misterio permanece intacto. La evidencia sugiere, eso sí, que un solo hombre, un sensible y talentosísimo cavernícola, fue el autor de la mayoría de pinturas. Y que un niño y un lobo podrían haber sido solo dos de sus muchos y variados admiradores.