Por Verónica Klingenberger
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¡Oh por Dios! El Perú es el país más religioso de América Latina y uno de los 20 países más religiosos del mundo. Según la encuesta de la agencia WIN/Gallup International, un 82% de los encuestados peruanos se considera una persona ‘religiosa’, frente a un 11% ‘no religioso’ y un 2% ateo. Al leer las dos noticias (vinieron por separado), pensé en otra columna que recordara todos los peligros que puede traer la fe a una sociedad. También me imaginé recordándole al lector la relación entre desarrollo y religiosidad (todo se reduce a un poco de educación) e incluso estuve buscando una encuesta (de la que siempre habla un amigo) que deduce que la mayoría de personas religiosas tiene un IQ más bajo que la mayoría de personas no religiosas (la fe y la razón son como el agua y el aceite).
Pero bajen esos crucifijos, porque no tengo intenciones de insistir con un imposible. Los religiosos pueden seguir creyendo lo que quieran, pero ¿cómo hago yo para que sus creencias no interfieran en mis derechos ciudadanos?
Eso de que el Perú es un Estado laico es una bonita etiqueta. El problema es que es más falsa que los votos de humildad del cardenal Cipriani. El presupuesto asignado por el Estado a la Iglesia católica bordeaba los 2 millones de soles el año pasado. La Academia Nacional de las Ciencias recibía, el mismo año, 100 mil soles. La de Medicina, 250 mil. Ahora entiendo por qué cuando un peruano se enferma confía más en Dios que en el doctor de turno. Pero en serio, ¿cómo salvarnos en un país tan profundamente religioso? Supongo que lo único que nos queda es, como siempre, recurrir a la ley. Imposible frenar a católicos y evangélicos a estas alturas. Tienen un presupuesto millonario y todo el poder de ese juramento de antología que no deberíamos olvidar nunca: ‘Por Dios y por la plata’.
Lo único que podría garantizar que las creencias religiosos de otros no obstaculicen el derecho de todos los peruanos es la decisión política de ponerle un pare a la religión, en cualquiera de sus formas. La lógica es simple: El Perú no es tu chacra, el Perú no es tu templo. Ningún Dios justifica que cada día mueran dos mujeres por abortos clandestinos (al día abortan mil mujeres en el Perú, 94 son atendidas por abortos incompletos). Ningún Dios justifica que dos personas adultas del mismo sexo no puedan compartir su vida con la misma protección legal que dos personas adultas heterosexuales. Ningún Dios justifica que otro adolescente gay se suicide ni que otra persona trans sea golpeada hasta la muerte. Es probable que algunos lectores se sientan confundidos al respecto. Es posible ser religioso y estar en desacuerdo con la Iglesia. Les pasa a muchos. Pero quizás ya sea hora de que algunos se pregunten a qué institución religiosa apoyan porque ese es el escudo y la espada de las más poderosas. ¿Qué político o partido se atreve a tener una postura clara al respecto? Hasta ahora todos los candidatos se muestran seducidos o aterrados por la cruz. Y el tema es que sin líderes decididos vamos a hundirnos cada vez más en el oscurantismo. Pregunto: ¿qué político es capaz de cerrarle la puerta a los grupos de presión religiosos con el fin de legislar y gobernar como se debería en un Estado laico?
A ver quién se anima. Un 13% de peruanos podría darle su voto.